RDD-N26-Junio-2022

4 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 26 - JUNIO 2022 E s evidente que las nuevas generaciones, las cuales han nacido en plena explosión tecnológica y están creciendo con una gran variedad de dispositivos digitales a su alcance, necesitan dominar una serie de competencias en cuanto a la utilización de estos medios que vaya más allá del mero uso recreativo que, por las características del contexto, han aprendido sobradamente a ejecutar. Para ello, necesitan de otros agentes que les instruyan en un manejo eficiente, seguro y productivo de las nuevas tecnologías. Dentro de esta necesidad aparece la figura del docente como mediador del proceso de aprendizaje de su alumnado. En el caso de la implementación de las tecnologías emergentes, al maestro o profesor se le requiere un cierto grado de dominio con el cual poder, por un lado, instruir a los discentes en su correcto uso, y por otro, utilizar dichos conocimientos para aplicarlos a la creación de situaciones de enseñanza óptimas, basadas en el aprovechamiento metodológico exitoso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en el aula. La tecnología, a pesar de lo que hoy día consideramos y hacemos, ha de ser un vehículo para la consecución de diferentes fines, un medio para la obtención de resultados y un mecanismo de ayuda ante diferentes propósitos. No puede ni debe constituir un fin en sí mismo, ni puede supeditarnos a su obligado uso, haciéndonos esclavos de su propia existencia. La aplicación de la tecnología en el terreno educativo hay que contemplarla no ya sólo como una evidente mejora de los procesos didácticos y pedagógicos que acontecen en la escuela, sino como una oportunidad de educar en su uso responsable, un uso que no excluye los fines lúdicos ni de entretenimiento, por supuesto, pero sí que delimita ciertos patrones activos para que pueda ser considerada como lo que realmente es: un instrumento para facilitarnos la vida, no para condicionárnosla. Dada esta situación que acabamos de describir, en la que situamos una herramienta como es la tecnología digital, unos agentes determinados (alumnos y profesores) y un entorno concreto (el centro educativo) tenemos que delimitar conceptualmente varios términos, ya que hemos mencionado a la competencia, como la propia capacidad de ejercer un determinado dominio sobre algún aspecto, pero, también, a una competencia específica (la digital) de la que se han derivado dos matizaciones: la que posee el alumno y la que se refiere al profesor, ambos enclavados en un contexto académico y escolar. Por todo esto, los propios docentes hemos de reflexionar no ya solo sobre la mera competencia digital, sino en los reflejos que ésta proyecta sobre otro conjunto de destrezas, actitudes y conocimientos, en concreto sobre la competencia digital del alumno la competencia digital docente y la competencia digital de los centros educativos. El Equipo de Campus Educación Revista Digital Docente Editorial

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