RDD-N33-Marzo-2024

8 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 33 - MARZO 2024 La gestión emocional del miedo, la rabia y la tristeza Las emociones se pueden dividir en dos tipos: • Básicas, innatas o primarias: Son aquellas que se encuentran intrínsecas en nosotros mismos desde el momento que nacemos, se inician con rapidez y duran unos segundos. Se encuentran en todas las personas, independientemente de la cultura. • Sociales, aprendidas o secundarias: Son una consecuencia de la socialización y del desarrollo de las capacidades cognitivas. Se manifiestan a partir de los 2-3 años de edad y son posteriores a las primarias. Independientemente de su clasificación, todas estas emociones comparten un mismo lenguaje puesto que no deben ser entendidas desde el raciocinio, sino desde la expresión emocional. Como señala Perpiñán (2013), también parten de la influencia que tienen los adultos cercanos al niño, como reflejo de una forma de vida emocionalmente saludable. La visión de los docentes ante las necesidades emocionales del alumnado es clave para poder contextualizar la situación y poder aportar las respuestas, estrategias y herramientas necesarias a cada uno para que finalmente pueda gestionar por él mismo sus sentimientos, emociones y conductas derivadas. De esta manera el escolar crecerá en las destrezas y habilidades sociocomunicativas una vez que desarrolle adecuadamente sus capacidades afectivas tanto en el espacio académico, en su tiempo de ocio como junto a su familia. Es necesario que como docentes nos formemos y sepamos qué sucede a nivel cerebral en la comunicación y regulación de las emociones de nuestros escolares para entenderles mejor, sin olvidar que no debemos partir del razonamiento y justificación de una emoción o sensación puesto que es una inteligencia que requiere de un lenguaje más especial. Desde la neuroeducación, el profesor puede convertirse simbólicamente en la corteza frontal externa del alumno siendo esa figura que protege y enseña, pero a su vez aporta calma, serenidad y vuelta a la normalidad que en estados de alerta tanto necesitan. Las emociones tienen total conexión con las funciones ejecutivas porque gracias a la regulación emocional se produce una vía de comunicación con el sistema límbico y la parte más diligente del cerebro para identificar la emoción y poner en marcha recursos y estrategias para controlar su misma gestión.

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