RDD-N28-Dicembre-2022

51 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 28 - DICIEMBRE 2022 ser humano con la Verdad que se esconde bajo las puras apariencias y con el sentido último que tiene su vida, anhelando en última instancia el máximo despliegue del intelecto para favorecer conductas alejadas de la decadencia. Se trata, en definitiva, de apostar por la recuperación de los valores ancestrales reconectando con la conciencia sagrada que un día tuvimos como seres primitivos, luchando contra esta última versión de nosotros mismos abocada a un estilo de vida completamente profano donde los aspectos mágicos, elementales o tradicionales parecen no tener cabida ni sentido. Aunque no es cuestión, en exclusiva, de optar por la reconexión con lo superior, ya que lo interior es el paso previo a todo lo demás, y la solución a buena parte de los conflictos, en consideración al aforismo “conócete a ti mismo”. A colación de todo esto, cabría preguntarse por medio de qué procesos históricos y a consecuencia de qué modificaciones de comportamiento espiritual el hombre moderno ha desacralizado su mundo y asumido una existencia profana (Eliade, 2020). No se trata del análisis de la simple y superficial dicotomía entre presencia o ausencia de religión, ni tan si quiera de la diferencia entre la creencia y la falta de ésta; se trata de algo más atávico y primordial y, por supuesto, de un pensamiento mucho más complejo que lo supera: hablamos del desprendimiento que los seres humanos hemos sufrido de nuestra riqueza primigenia, por pura evolución y gracias al arrastre que esta sociedad insípida ha ejercido, hasta desembocar en una presencia consustancialmente hierática. De hecho, la capital importancia de estos asuntos ya fue considerada, en gran parte, desde las teorías y trabajos de Jung, que se focalizaron y tuvieron como uno de los propósitos fundamentales el rescate de la espiritualidad y lo sagrado en la profundidad de la psique humana. Así, su obra trata de ser una respuesta al problema de la muerte de Dios, bajo el prisma del renacimiento de la Imago Dei en el alma junto a la recuperación del símbolo (Nante, 2012), arquetipos que forman parte de la esencia misma del ser humano. De manera poco sorprendente podemos decir que la educación es el camino mediante el cual podemos volver, de alguna forma, a los orígenes y recuperar la conexión innata que se da entre el hombre y aquello que realmente merece la pena, en contraposición a la postura, en nuestros días asumida por la mayoría, enfocada hacia los aspectos más superfluos de la contemporaneidad, alimentados y engrandecidos gracias a esta concepción -que parece casi implantada- de ser ciudadanos escépticos y vacíos, que hemos asumido como normal cuando en verdad dista mucho del origen de nuestra propia naturaleza. A propósito de las cuestiones educativas, podemos ver que las últimas disposiciones legales que han entrado en vigor en nuestro país, sumadas a las instancias provenientes de la Unión Europea, están forjando un camino que, en cierta medida, tiene su meta en una suerte de desarrollo competencial del alumnado, entendiéndolo desde una visión paidocéntrica, constructor de su propio aprendizaje, de modo opuesto a las concepciones tradicionalistas de la enseñanza que lo veían como un mero receptor de contenidos. Ahora, se pretende que los estudiantes adquieran un conjunto de capacidades, conocimientos y actitudes gracias a la exposición a situaciones de aprendizaje que han sido diseñadas por los profesionales educativos de manera estructurada y significativa a tales efectos. Por otra parte, se forma a los alumnos bajo el objetivo de afrontar los principales retos y desafíos, tanto globales como locales del siglo XXI, a los que van a verse confrontados en el mundo real, al tiempo que puedan desarrollar un estilo de vida sostenible acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados en la Agenda 2030 (LOMLOE, 2020). Esta educación competencial queda respaldada por las corrientes pedagógicas que vienen imperando desde mediados del siglo XIX y principios del XX, las cuales abogan por los principios del aprendizaje significativo y el constructivismo, así como por los pilares básicos de la educación permanente (Delors, 1996), sistemáticamente exprimidos desde entonces. En última instancia, se pretende condimentar todo este planteamiento pedagógico desde una perspectiva inclusiva que tenga como referencia los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje y abandere el tratamiento transversal de la educación emocional, la madurez personal, Figura 2. La rueda como símbolo, según Réne Guénon (extraído de Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, 2021)

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