RDD-N31-Septiembre-2023

20 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 31 - SEPTIEMBRE 2023 la pobreza, al hambre, a lamiseria. A la muerte. Entendemos que experimentamos fobia cuando interiorizamos un miedo tan intenso que no puede manejarse ni racionalizarse. Decimos que tenemos que vencer nuestros miedos para poder avanzar, pero utilizamos el temor a diario como escudo protector ante la posibilidad de sufrir o que se rían de nosotros. Mejor la prudencia que el fracaso, lo cual no es más que puro miedo. Desde que se comenzaron a contar las primeras historias a la luz de la lumbre, el miedo ha sido el sustrato didáctico más efectivo y resistente de todo el arsenal pedagógico con el que el hombre ha contado para dirigir a su prole: si no temes a la bestia, te puede devorar; si no muestras respeto hacia las inclemencias del tiempo, puedes ser víctima de una imprudencia letal; si no reverencias a los dioses, puedes mostrar la soberbia que ellos necesitan para darse cuenta de que eres prescindible. Podemos ver que el miedo, como forma de control, ha sido esencial en nuestra educación. Con el miedo nuestros padres consiguieron que no hablásemos con extraños, que nos comiéramos el plato de sopa y que no saliésemos de noche solos. ¿Por qué? Porque nos advertían de las fatales consecuencias que acarrearía nuestra falta de cuidado con historias de otros niños más osados que desaparecieron y nunca jamás se supo de ellos o, directamente, que fueron devorados por gigantes glotones. En términos de refuerzos y castigos de diferentes clases el adulto experto ha podido actuar sobre el comportamiento y lograr que ciertos hábitos desaparezcan del todo o, por el contrario, que aumente su frecuencia de aparición por lo que, para conseguir acabar con determinadas conductas o propiciar que aparezcan otras, se ha hecho uso de diversas estratagemas que se han creído bastante útiles. Ogros, cocos y demás parafernalia fastuosa se ha usado desde tiempos remotos como un castigo positivo que ha tenido bajo control los comportamientos indeseables de los infantes. El castigo positivo es el castigo más comúnmente conocido y se basa en ofrecer algo malo o desagradable al sujeto que manifiesta la conducta indeseada, con el objetivo de que ésta no se repita. En el otro extremo se encuentra el castigo negativo, aquél que juega con quitar al sujeto algo bueno si la mala conducta se sostiene en el tiempo. “Si no te vas a la cama, mañana no iremos al parque” sería, entonces, el ejemplo idóneo de castigo negativo, pues la amenaza de hacer desaparecer esa diversión tiene el poder suficiente de aumentar las probabilidades de que el niño en cuestión se vaya a dormir. En cambio, “Si no te vas a la cama, vendrá el Hombre del Saco y te llevará” sería el castigo positivo, pues exponemos, mediante un estímulo aversivo, las consecuencias nefastas que acaecerán si continúa manifestándose la conducta que se quiere extinguir. Esta forma de condicionamiento es de las más conocidas por su facilidad de aplicación ya que en la mayoría de los casos suele funcionar, sobre todo en el ámbito académico, donde se reduce la frecuencia de aparición de conductas inapropiadas mediante la utilización de castigos con los alumnos. Pese a sus posibles utilidades, esta técnica es de discutida eficacia ya que a veces no suprime la conducta de forma estable y provoca en los sujetos episodios de frustración, por lo que hay que saber cómo utilizarla correctamente. Es preciso tener cuidado con los castigos, sobre todo en las etapas infantiles, y es más conveniente emplearlos de manera paralela a otros métodos o, al menos, de forma transitoria. La representación de losmiedos El bestiario ibérico es extraordinaria y maravillosamente extenso, pero, sin lugar a dudas, podríamos

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