RDD-N33-Marzo-2024

42 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 33 - MARZO 2024 porque sin él, mal me habría ido”. Y no es de extrañar, en la medida que un 70% de la población cuestionará, al menos una vez en su vida, la legitimidad de su estatus o posición actual (Clance, 1992). Estado de la cuestión Si bien se trata de una cuestión de investigación recurrente desde su instauración en el campo de la psicología a finales de los años setenta, el SI no es juzgado como un trastorno mental. Durante un periodo significativo de tiempo, fue estimado como un rasgo de la personalidad profundamente arraigado en la conciencia humana. Ahora bien, esta hipótesis ha sido desacreditada. A pesar de que ciertas personas sean más susceptibles, dado que experimentan este síndrome de manera más intensa, no existen pruebas suficientemente sólidas que permitan definirlo como un rasgo de la personalidad (McElween y Yurak, 2010). Hoy por hoy, el SI es estudiado como una reacción a ciertos eventos y dicha respuesta es conducente a la manifestación de las sensaciones que tanto tipifican este síndrome (Maqsood et al., 2018). Asimismo, el SI no ha sido incluido todavía en el MDE, El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (en inglés, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders o DSM). Este manual, establecido y editado regularmente por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, es frecuentemente considerado como el sistema de clasificación de los trastornos mentales con más relevancia del mundo. Sin embargo, cabe mencionar que, aún sin aparecer en dicho manual, la mayor parte de psicólogos y expertos reconocen que se trata de una forma muy real y especifica de “auto-duda”, acompañada comúnmente de ansiedad y de depresión (Weir, 2013), En cuanto al advenimiento de este fenómeno en el dominio de la psicología, la expresión “fenómeno del impostor” fue acuñada por primera vez por Pauline Rose Clance y Suzanne Ament Imes, dos psicólogas clínicas, con su célebre artículo de 1978, el cual sentó verdaderamente un precedente. Pese a su increíble labor fundadora, el problema de dicho artículo es que estaba única y exclusivamente centrado en los efectos de este patrón de conducta en un grupo de población concreto, high-achieving women, algo comúnmente traducido al español como “mujeres de éxito”. En definitiva, debido a este primer estudio, es una problemática típicamente asociada a mujeres, más concretamente, a mujeres que han completado todos sus estudios y ocupan puestos notables en diversos campos. Por lo cual, el margen de maniobra en lo relativo al SI fue fuertemente reducido desde su misma aparición. Afortunadamente, en los últimos años, múltiples estudios han prestado atención a colectivos más jóvenes, constituidos tanto por mujeres como por hombres, habida cuenta de que todo apunta a que esta pauta de comportamiento comienza a manifestarse a edades tempranas y no solo afecta a mujeres. Definición del concepto “síndrome del impostor” En lo relativo a una definición más clínica del SI, se refiere a una problemática recurrente entre personas exitosas. En contextos escolares, podría hablarse de alumnos de alto rendimiento, incapaces de aceptar e interiorizar su propio éxito (Weir, 2013), puesto que, según estos sujetos, su éxito, esos buenos resultados académicos, son fruto del azar y, un día, más tarde o más temprano, su incompetencia será expuesta a todos (Busch y Lucas, 2017, p. 1). Es más, incluso una lista catalogando los innumerables logros de una persona, logros capaces de mostrar sólidamente una prueba objetiva de la extraordinaria eficacia de esta persona no surtirá el menor efecto en la sensación de impostura en dicha persona (Clance y Imes, 1978). Paralelamente, el SI está íntimamente vinculado al término “confianza”. Este sustantivo es definido por la RAE, en sus dos primeras acepciones, como la “esperanza firme que se tiene de alguien o algo” y como la “seguridad que alguien tiene en sí mismo.” En psicología, la definición es cercana, visto que esta ciencia subraya que una persona tiene confianza cuando posee dos criterios: la sensación de ser capaz de alcanzar el objetivo que dicha persona ha establecido previamente y la creencia sincera en sus capacidades, talentos y eficacia (Cadoche y de Montarlot, 2021). De la misma forma, el SI se encuentra indisolublemente unido a la noción de “duda”. Dudar de uno mismo es un sentimiento legítimo, intrínsicamente humano, que no indicará, en ningún caso, que un alumno es víctima del SI. Por lo tanto, la verdadera tarea sería, más bien, la de establecer el grado de intensidad de dicha duda (Chassangre, y Callahan,

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