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ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016

AÑO III - Nº 10 - JUNIO 2018

quiera de los dos casos, se trata de

impartir el conocimiento a través

de algo que le resulte atractivo al

alumno. Está demostrado que lo

que se aprende sin interés se olvi-

da, y todo aquello que se aprende

jugando, con agrado, permanece.

Concepción estética

del juego

El hombre actual vive acelerado,

preocupado por cientos de cosas

de la vida ordinaria. Vivimos en un

mundo donde todo se mide por el

utilitarismo, por los fines y bene-

ficios que proporciona. Si alguien

no proporciona beneficios de una u

otra forma, no es útil y, por tanto,

no merece la pena invertir tiempo

en lo inútil. Ante esta dramática si-

tuación se hace imprescindible una

educación que armonice las dos

esferas del hombre, la sensible y la

inteligible, y que estas esferas es-

tén unidas de tal manera que no sea

posible identificarlas ni escindirlas.

Ante esta pérdida de la sensibi-

lidad, urge retomar una educación

estética en el hombre, al modo

como la concebía Schiller. Se trata

de una educación orientada a culti-

var los valores propios de la huma-

nidad, una humanidad que, debido

a los numerosos avances en todos

los ámbitos, está aún más ausente.

Y la educación, en efecto, debe

buscar como criterio último el po-

der reconciliar en el hombre sen-

sibilidad e inteligibilidad, materiali-

dad y espiritualidad, algo a lo que

aspiraron, ya desde sus inicios, los

filósofos de la antigua Grecia. La

solución a esta escisión es la edu-

cación estética.

Se precisa una educación en la

que el juego interprete un rol im-

portante, se trata del juego como

momento de esparcimiento, de

ocio. Es bueno que el hombre

“pierda el tiempo” de vez en cuan-

do en algo que no le reporte benefi-

cios materiales. El juego no reporta

tales beneficios, pero sí beneficios

sensibles, espirituales. Es por ello

que se recurra a él para hacer de

la educación un medio eficaz con

vistas a reconciliar lo sensible y lo

espiritual.

El juego es el instrumento ideal

para la educación estética, según

Schiller, porque sólo a través del

juego, el hombre se desembaraza

de las obligaciones diarias, de lo

que es útil a los ojos del hombre

material, y entra en una realidad di-

ferente, una realidad que le permite

entrar dentro de sí, ensimismarse,

dedicarse tiempo a sí mismo.

Hasta aquí, se ha podido apre-

ciar no sólo cómo el juego es una

necesidad en el hombre, sino que

también forma parte del corpus fi-

losófico y pedagógico de muchos

sistemas y teorías. El juego, tanto

en el niño como en el adolescente,

es respaldado por filósofos como

Schiller, Rousseau, Kant y pedago-

gos como Montessori, Giner de los

Ríos, Pestalozzi, Fröebel, etc. pero,

¿cómo desarrollar una materia

como la asignatura de Religión te-

niendo al juego como instrumento

o recurso?

Ética y juego

La función estética que el juego

detenta se muestra más clara aún

si la observamos a la luz de la ética.

Gracias a la ética, la estética del jue-

go se enriquece. Por tanto, el jue-

go será más estético en la medida

que sea más ético. El juego es una

acción ética en la medida en que el

hombre deja de hacer lo que es útil,

para hacer lo que es realmente va-

lioso para su interior y se cultiva y

desarrolla como persona, y no tan-

to como ser material.

La ética del juego consiste en di-

vertirse sobre todo en compañía de

otro u otros, más que de pensar en

divertirnos pensando sólo en uno

mismo. La estética del juego con-

siste más bien en embellecernos

nosotros junto con aquello con lo

que nos relacionamos. En esa ac-

titud de embellecimiento se aprecia

una actitud ética, pues en la medida

en que embellecemos el entorno

estamos cooperando a cuidar todo

lo que nos rodea, al mismo tiempo

que nos divertimos. Así, se observa

una reciprocidad entre el entorno y

el ser humano. Es decir, el entorno

se embellece con nuestra acción

respetuosa y el hombre se embe-

llece jugando en un entorno bello y

cuidado.

Propuesta lúdico-

pedagógica en el aula

de Religión

¿Cómo aplicar el juego como mé-

todo en el aula de Religión? Y ante

la falta de interés, ¿cómo plantear