RDD-N27-Septiembre-2022

17 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 27 - SEPTIEMBRE 2022 valores. Pero, ¿cómo educar a estudiantes del siglo XXI con docentes del siglo XX? Ser profesor hoy en día requiere de unas capacidades y unas destrezas mucho más elaboradas y complejas de las necesarias hace tan sólo unas décadas, en base a las palabras del profesor Imbernón (2017). La función de la enseñanza se orienta a facilitar el aprendizaje de los alumnos, ayudándoles a adquirir y desarrollar las competencias clave, para que puedan integrarse en la sociedad del conocimiento y afrontar los continuos cambios que imponen en todos los órdenes de nuestra vida los rápidos avances científicos y la nueva economía global (Escamilla-González, 2009). El aprendizaje de competencias se presenta como un aprendizaje significativo y funcional, pero para conseguir el mayor grado posible en el dominio de las distintas competencias resulta necesario que el alumnado aprenda a pensar, a comprender y resolver problemas, a aplicar sus conocimientos y las habilidades adquiridas, y a desarrollar su pensamiento crítico (Prieto, 2007). Diversos expertos señalan que este cambio curricular únicamente es posible si somos capaces de convertir las aulas en una pequeña comunidad de aprendizaje constituida por diversos grupos cooperativos de trabajo, donde el alumnado se implique activamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje para convertirse en protagonista y no en espectador o incluso esclavo de su propio aprendizaje (Pujolàs, 2008). Esto supone el desarrollo de itinerarios didácticos que permitan implementar las competencias y la interdisciplinariedad, como principio necesario para trabajar en equipo, así como programar el currículo educativo a través de proyectos, haciendo que los aprendizajes sean verdaderamente significativos. Esta cuestión ha sido discutida en todos los foros internacionales de educación, pero ¿cómo podemos transformar las escuelas? No existe todavía un consenso, pero la mayoría de especialistas, como Zabala y Arnau (2014) o Ken Robinson (2015) entre otros, consideran que es necesario la integración de metodologías activas que fomenten el aprendizaje cooperativo, donde cada alumno intervenga desde su nivel competencial o sus mayores destrezas para conseguir un objetivo común a través de la colaboración entre iguales. Sólo así será posible incorporar las competencias clave en la práctica docente y transformar la educación para que el alumnado desarrolle sus conocimientos y habilidades y se sienta preparado para afrontar los retos que le depara el futuro de manera creativa. Las competencias clave a través de las metodologías activas. Un caso práctico en Geografía e Historia Tal y como se aludía anteriormente, para impulsar el desarrollo de las competencias clave resulta necesaria la aplicación de diferentes metodologías activas que nos permitan conseguir un aprendizaje con carácter vivencial y funcional. Con esto no nos referimos a un aprendizaje útil, en el sentido despreciativo de la palabra, sino a que las competencias puedan ser aplicadas en diversos contextos o situaciones para resolver problemas, llevar a cabo tareas complejas o lograr los objetivos que se propongan. Esto sólo es posible a través de iniciativas didácticas que fomenten la indagación, la experimentación, el trabajo en equipo, la utilización de las nuevas herramientas digitales y la participación activa del alumnado durante todo el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por este motivo, las áreas educativas que parecen no estar representadas por esta definición de competencias, especialmente la modalidad de Ciencias Sociales o Humanidades, se han visto sometidas a un permanente esfuerzo por justificar su importancia, conseguir el reconocimiento académico y sobrevivir, todo ello fruto del concepto inadecuado de utilidad que se ha transferido a la cultura educativa. El área de conocimiento de Geografía, Historia e Historia del Arte no puede ser ajeno a este reto y debe integrarse en el marco de las competencias clave, especialmente si tenemos en cuenta su carácter integrador. La nueva Ley de Educación (LOMLOE) fija el marco para el desarrollo de un nuevo currículo basado en las competencias clave, que emanan directamente de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Por este motivo, plantearemos una propuesta práctica en base a una sesión de ejemplo que contribuya al desarrollo de las competencias clave en ciencias sociales.

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