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ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016

AÑO V - Nº 18 - JUNIO 2020

utilicen métodos análisis, otros fó-

nicos, otros globales, que unos em-

piecen enseñar en 4 años, otros en

5, y otros en 1º de Primaria, sin que

exista ni la más mínima pauta curri-

cular, académica o pedagógica con-

sensuada para en la aplicación de en

una habilidad tan importante como la

lectura.

Y esta situación es difícilmente jus-

tificable. Las investigaciones reali-

zadas en nuestro idioma sugieren

que, al tratarse de una lengua con

una ortografía transparente,

la ins-

trucción de la lectura debería estar

orientada hacia el conocimiento

fonológico y la codificación alfa-

bética

(González y Juan, 2008). Ser

consciente de esta información nos

permite afrontar la lectura de una

manera eficiente, práctica y menos

costosa para las administraciones,

pero la realidad es que cada docente

decide qué enseña y cómo lo enseña,

sin importar nada más que su propio

criterio. Esto, si bien es incoherente

desde cualquier perspectiva, tiene

importantes implicaciones.

Las investigaciones sobre el apren-

dizaje de la lectura demuestran que

no todos los niños progresan a la

misma velocidad. Ya en las primeras

etapas de la adquisición de la lectura

aparecen diferencias en la automati-

zación de los procesos de descodifi-

cación (Whitehurst y Lonigan, 1998;

Caravolas et al, 2012; Defior, 2008).

Por muy bueno que sea el maestro, el

centro educativo o los recursos de los

que dispongan las familias del lector,

la instrucción escolar no logra ho-

mogeneizar las habilidades lectoras

(Lewis y Freebairn, 1992). De mane-

ra que, si ya de por sí es complicado

tener un éxito absoluto en una clase

de alumnos diferentes, en las mejo-

res condiciones posibles, si además

el docente no utiliza el conocimiento

científico para maximizar sus posibi-

lidades, entonces a los niños partirán

con desventaja en su aprendizaje.

Dicho esto, cuando se habla de

enseñar a leer,

la mayoría de los

docentes parece no ponerse de

acuerdo sobre cuál es el método

más eficiente para enseñar a leer

,

pese a la abundante cantidad de

estudios en español sobre la adqui-

sición de los procesos lectores en

español (Alegría, Carrillo, Sánchez,

2005; Jiménez et al 1997; Freeman,

1988). Sin embargo, esto choca

frontalmente con lo que el maestro

piensa que se debe utilizar, y sobre

qué aspectos hay que abordar para

hacer un abordaje integral del apren-

dizaje de la lectura.

La evidencia científica

Un sistema de enseñanza-apren-

dizaje basado en el conocimiento

científico se fundamenta en hechos

efectivos. Enseñar a leer precisa

de una instrucción explícita, algo

que viene siendo defendido desde

la publicación, en el año 2000, del

National Reading Panel (2000)

, que

durante tres años recopiló los resul-

tados objetivos de la aplicación de

múltiples técnicas de enseñanza en

la lectura, desde el punto de vista

psicológico y pedagógico, y cuyos

resultados fueron concluyentes.

Estos resultados identificaron

cinco

aspectos esenciales

que tiene que

contemplar un programa lector por

encima de todo para que tenga éxi-

to:

conciencia fonémica, principio

alfabético, vocabulario, compren-

sión y fluidez

. Estas conclusiones

han sido replicadas en multitud de

investigaciones, contextos lenguas,

países y sistemas educativos, de

una manera tan definitiva que, en la

actualidad, no hay nadie que dude

de la efectividad de estos aspectos

a la hora de enseñar a leer.

Ahora bien, ¿estos cinco factores son

conocidos por los maestros españo-

les? ¿Creen en ellos y dirigen el traba-

jo diario de los docentes españoles?

Las creencias

Las creencias docentes juegan un

papel fundamental al tomar decisio-

nes en el aula, llegando a pesar más

que los conocimientos adquiridos

de manera formal (Solís, 2015),

influenciando a todos los aspec-

tos de la clase y al aprendizaje del

alumno (Clark y Peterson, 1990; Es-

tévez-Nenninger et al., 2014, Solís,

2015), ya que, a menudo, un maes-

tro priorizará su creencia frente a su

conocimiento científico. Por lo tan-

to, estas ideas preconcebidas, con

base científica o sin ella, afectarán a

todos los procesos de planificación,

instrucción y evaluación en el aula

(McCombs y Whisler, 2000; Jiménez

y O’Shanahan, 2008; Ferreyra, 2012;

Juan y Salvador, 2012), impactando

de manera directa en el desempe-

ño y aprendizaje del alumno en las

aulas. Si los aprendizajes que se

ofrecen al alumnado no contemplan

el conocimiento científico, con gran

probabilidad encontraremos malas