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ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016

AÑO III - Nº 12 - DICIEMBRE 2018

El término

violencia

proviene

del latín “vis” que significa “vigor

o empleo de la fuerza”. Volavka,

Citrome y Huertas (2007) afirman

que “mientras que la agresividad

es un elemento psicológico positi-

vo, cuando se ejerce de forma con-

trolada y adecuada a las amenazas

del entorno, la violencia es siempre

morbosa e innecesaria.

La principal diferencia que existe

entre agresividad y violencia es que

la agresividad es natural y la violen-

cia está madurada. Y esta es la que

realiza el acosador, está premedita-

da y tiene una estructura racional.

Por lo que el acosador tiene un pro-

tocolo de actuación.

Una característica fundamental

de la violencia es su intenciona-

lidad. Es decir, de causar daño de

forma física, verbal, sexual o eco-

nómica. El objetivo que persigue el

agresor con la violencia es producir

el máximo daño posible en sus víc-

timas (Huertas, 2007).

Violencia entre los

jóvenes

Desgraciadamente, cada año,

aparecen más noticias que tratan

sobre jóvenes violentos y sus con-

ductas y comportamientos de las

aulas. Se trata de jóvenes que des-

obedecen la justicia, la política y las

instituciones.

Los adultos, es decir, sus familia-

res, niegan su responsabilidad en

estas situaciones e intentan evitar la

obligación que supone educar a los

menores con la calidad suficiente.

E incluso se calman o tranquilizan

con frases como “esto es normal

entre escolares”, o “son bromas

de niños”. Desgraciadamente esto

no es así. Se trata de un nuevo pro-

blema, que es grave y que se está

extendiendo.

En muchas ocasiones, los docen-

tes y los padres mutuamente se de-

legan la tarea de educar a los niños.

Se está viviendo en una sociedad

individualista, heterogénea y com-

petitiva. En la que los padres cada

vez pasan menos tiempo con sus

hijos. Por lo que los adolescentes

de hoy día están perdidos y des-

orientados, ya que no les enseñan

los límites y los valores esenciales.

Su inmaduro cerebro carece de re-

cursos personales para afrontar el

consumismo, de ahí que la violen-

cia y la rebelión aparezcan con más

facilidad. (Huertas, 2007).

Por otro lado, en ningún momen-

to se debe permitir que los niños

obtengan lo que deseen cuando

gritan, patalean o incluso agreden

a alguien; se debe esperar a que lo

pidan de manera tranquila y cuando

sea merecido y apropiado.

Olweus (1994), célebre especia-

lista, defiende la gran importan-

cia que tiene que tanto los padres

como los docentes se involucren

en la prevención de la violencia

infanto-juvenil. Todos son agentes

socializadores, ya que todos influ-

yen en los afectos, creencias, com-

portamientos de los demás, quera-

mos o no. Por lo que la herramienta

que tiene más poder para el cambio

social es la educación. La cual es

entendida como el aprendizaje de

los valores y normas para una ade-

cuada convivencia.

Además, ya en la Constitución

Española de 1978, se recogen los

siguientes principios: la libertad, la

convivencia y la tolerancia, la soli-

daridad y la cooperación. Estos son

unos valores que deben favorecer y

ayudar a las personas a responder

de forma constructiva y solidaria

ante los conflictos, ya que sean de

orden social, ético, económico, re-

ligioso… o propios de la vida co-

tidiana en su ámbito más cercano.

Cronología del

concepto de acoso

escolar

Acoso escolar es sinónimo de

“bullying”, este último término es

inglés y es aceptado internacional-

mente. Pero en España también se

utilizan otros términos como “mal-

trato”, “abuso”, “intimidación” y

“acoso”.

Un alumno es agredido o se

convierte en víctima cuando está

expuesto, de forma repetida y du-

rante un tiempo, a acciones nega-

tivas que lleva a cabo otro alumno

o varios de ellos. Y se trata de una

acción negativa cuando una perso-

na intencionadamente causa, o tra-

ta de provocar daño o molestias a

otro (Olweus, 1998).

Existe un acuerdo que especifica

una situación de maltrato entre es-

colares, y es que se dé “de manera

repetida y mantenida en el tiempo,

lejos de la mirada de los adultos y

con la intención de humillar y so-

meter abusivamente a una víctima

indefensa” (Avilés, 2006).

Ortega (1998) señala que existen

dos leyes que mantienen el maltra-