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AÑO I - Nº 2 - NOVIEMBRE 2016

ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016

El reconocimiento de la función

social de la lectura y la escritura será

fundamental en toda esta etapa.

El lenguaje, como capacidad es-

pecíficamente humana, es un ins-

trumento al servicio de la comu-

nicación, de la estructuración del

pensamiento y de la transmisión de

saberes y tiene un importante papel

dentro del desarrollo global de las

personas ocupando, por tanto, un

lugar privilegiado en el currículo de

todas las etapas educativas, espe-

cialmente en Educación Infantil.

La Educación Infantil estimula y

dirige el tránsito de lo preverbal a

lo verbal y del lenguaje típicamente

infantil a un lenguaje, en muchos

aspectos, similar al que utilizan los

adultos. Poco a poco el lenguaje

de los niños va a ser no ya sólo

un instrumento de comunicación

interpersonal, sino un instrumento

de comunicación consigo mismo y

de regulación y planificación de la

propia conducta.

El lenguaje escrito es la repre-

sentación del lenguaje interno, el

cual se forma a partir del lenguaje

oral. Conseguir que los niños sean

escritores y lectores competentes

conlleva que vinculen el lenguaje

escrito a su función fundamental: la

de comunicar.

Existen diversidad de métodos

con los que se alfabetizaba al alum-

nado: métodos sincréticos, ana-

líticos, simultáneos, progresivos,

alfabéticos, fonéticos, silábicos,

psico-fonéticos… además de la

combinación de los mismos. Sin

embargo, estos métodos suelen

estar descontextualizados de la

realidad social y comunicativa pro-

pia del niño, pues escribir y leer no

significa, únicamente, saber unir el

grafema con su fonema, ni sola-

mente descifrar un texto, ya que el

aprendizaje, así, se convierte en un

proceso mecánico, donde el niño

no disfruta. Por tanto, sería necesa-

rio optar por otro tipo de modelos

más motivadores e intuitivos para

los niños de estas edades tan tem-

pranas. Es decir, abandonar el con-

ductismo y optar por un método de

aprendizaje de la lectoescritura de

carácter mucho más constructivo.

Según Maruny, Ministral y Mira-

lles (1993) los métodos tradiciona-

les se basan en concepciones como

las siguientes:

En el lenguaje escrito, los niños

aprenden desde lo más simple ha-

cia lo más complejo. Dentro de este

principio, unos defienden que la mí-

nima unidad escrita con significado

es la palabra o frase (métodos glo-

bales); otros mantienen que la uni-

dad básica es el sonido perceptible,

la sílaba; y otros sostienen que es el

fonema (métodos sincréticos).

Primero se comienza con el

aprendizaje de la lectura (recono-

cimiento) y, posteriormente, con la

escritura (métodos progresivos).

Normalmente, no se puede com-

prender lo escrito, ni se pueden

construir textos sin dominar pre-

viamente el código de transcripción

de nuestro sistema alfabético. Es

imprescindible, como condición

previa, la maduración perceptivo-

motriz, reduciendo la escritura a un

ejercicio de motricidad fina. Desde

la perspectiva constructivista todas

estas concepciones quedan recha-

zadas, pues no valoran las ideas, el

pensamiento ni la reflexión del niño.

Así, si un niño que escribe la pala-

bra “GATO” sólo traza sobre el pa-

pel “AO” no supondría fallo alguno.

El maestro inexperto y poco for-

mado en la perspectiva constructi-

vista añadiría las letras que faltan,

eliminando así lo que ha sido pro-

ducto de una reflexión. En cambio,

el docente formado en este sentido

valorará el esfuerzo realizado del

niño y el progreso conseguido en

relación a su estado inicial madu-

rativo, reforzándolo, motivándolo

y asumiendo, no sin razón, que es

una forma totalmente correcta de

escribir “GATO” según su nivel de

desarrollo, aspecto básico para que

pueda seguir avanzando en el pro-

ceso lectoescritor.

Ferreiro y Teberosky (1979) in-

vestigaron el proceso de construc-

ción infantil del sistema de escritura

bajo el supuesto de que los niños,

antes de leer y escribir, son capaces