Pedagogía Terapéutica Tema 16
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La desorientación espacial
conlleva deficiencias en el equilibrio y la
coordinación corporal, alteraciones de la postura (rigidez corporal y gestual),
anomalías al caminar con tendencia a separar las piernas y a arrastrar los pies,
alteraciones del tono muscular (hiper o hipotonía muscular), dificultad en el
establecimiento de la lateralidad.
Deficiente control respiratorio.
Ausencia de expresión en el rostro y pobreza de gestos,
fundamentalmente los
que acompañan a la comunicación. Presencia de blindismos, tics, movimientos
estereotipados y balanceos.
3.2. La psicomotricidad en el niño ciego.
En los invidentes, suele darse un desarrollo muscular insuficiente, debido a una baja
actividad física por la falta de movilidad corporal y por el instinto de conservación y de
evitación de golpes, que les llevan a suavizar los movimientos amplios ya desde
pequeños; además, la sobreprotección familiar y el miedo a los accidentes acentúan el
cuadro psicomotriz.
La expresividad facial del ciego está bastante disminuida, produciéndose una cara
estereotipada y monocorde, cuando no un repertorio de tics parasitarios. También se
puede observar que los ciegos gesticulan mucho menos con las manos y con el cuerpo
que los videntes. Podemos decir que a partir de los 3 meses de edad, mientras que la
gesticulación del vidente se va acrecentando, la del ciego se estaciona, ya que los
esquemas gestuales innatos precisos para el fomento de estas conductas visomotrices
no se refuerzan mediante la visión.
El ciego congénito suele presentar una postura característica: espalda curvada y
cabeza inclinada hacia adelante con los hombros caídos y metidos hacia el pecho. Esta
actitud motriz se acompaña a largo plazo de una serie de malformaciones en la
columna vertebral: más del 60% de los ciegos de nacimiento tienen deformaciones de
espalda.
En cuanto a la marcha, aparecen una serie de defectos gestuales en las personas
ciegas: los brazos no se mueven bien coordinados, con una falta de balanceo
complementario al de las piernas, perdiendo así la natural capacidad para mantener el
equilibrio mientras camina; las rodillas tienden a doblarse.
No es extraño encontrar personas ciegas con tics de balanceo de tronco, movimientos
serpenteantes de brazos y manos, hipercinesia generalizada, giros de tronco, etc. Estos
movimientos parasitarios semivoluntarios son conocidos como “manierismos”, y se
deben a una mala adquisición de hábitos desde los primeros años de vida del ciego.
Las dificultades en el desarrollo psicomotor de los niños con deficiencias visuales les
provoca una alteración o falta de información exteroceptiva visual, que produce una
reducción en las experiencias motrices y la experimentación de dificultades de
movimiento en su medio ambiente. Sin embargo, a medida que el niño con
deficiencias visuales va creciendo y dominando el mundo perceptivamente, extrae el