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ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016

AÑO IV - Nº 13 - MARZO 2019

inevitable, por lo que llegamos a ella

normalmente sin estar preparados”

(Colomo y Oña, 2014, p.110).

Algunos estudios consideran que

son muchos los acontecimientos

que les llegan a los niños relacio-

nados con la muerte, comenzando

por los medios de comunicación,

como es el caso de la televisión. De

esta forma, casi incontrolable por

los adultos, los niños comienzan

a percibir los primeros matices de

este hecho, pero, a la hora de ha-

blarlo directamente con ellos, cuan-

do muere una persona cercana, por

ejemplo, los adultos se vuelven mu-

cho más reacios.

El tratamiento, más o menos

normalizado, sobre la muerte en el

contexto educativo comenzó a ser

presente en nuestro país a partir de

los años noventa, en muchas oca-

siones en momentos aislados que

ansiaban la innovación educativa.

En esta época surgió una nueva

corriente, el

realismo crítico

, con

la que comenzó a acercarse más

abierta y normalmente hacia este

tema. Los autores de esta tendencia

resaltaron la

importancia de traba-

jar la muerte en Educación Infan-

til, dando como motivos para ello

el evitar el engaño, las mentiras

y la ocultación de la realidad

, ya

que esto consigue precisamente el

efecto adverso. Kübler-Ross (1992)

determinó que un acercamiento a

la temática durante la etapa infantil

contribuiría a una preparación para

cuando el niño fuera adulto. Sin em-

bargo, matizó que esto debía reali-

zarse en los momentos adecuados,

así como en los lugares convenien-

tes, usando un lenguaje sencillo.

Grof (2006) afirma que una so-

ciedad en la que la muerte no es

tratada en la vida cotidiana no nos

va a preparar para la propia muerte

ni para la de las personas cercanas.

Tal y como argumenta Sampedro

(2015), en la sociedad actual, en lu-

gar de tener presente que la muerte

es el final de la vida, se engaña so-

bre ese momento y no se nos habi-

túa a pensar que todos y cada uno

de nosotros somos mortales.

Pues bien, la muerte de alguna

persona cercana, incluso una mas-

cota, (¡o una planta!), es algo que

todos vamos a vivir a lo largo de

nuestra vida, antes o después. Pero,

sabiendo y siendo conscientes de

ello, se trata de un tema que se en-

cuentra poco explorado y que nece-

sita con urgencia nuestra atención.

Por ello, debemos familiarizarnos

todos con esto, e intentar com-

prender, y hacer que los otros lo

comprendan, que forma parte de la

vida y es algo natural, dejando atrás

la visión trágica y la sensación de

miedo. Si se comprende que toda

persona es mortal, se favorecerá la

superación adecuada de las pérdi-

das que puedan darse a lo largo de

nuestras vidas (Colomo, 2016).

Sin embargo, el tema de la muerte

se encuentra influido por el contexto

social, cultural y científico (Suárez,

2011). Este es uno de los motivos

de la dificultad de llevarlo a cabo en

las aulas, y de la concepción perso-

nal sobre la misma.

Dentro del marco educativo, la

muerte es olvidada por las institu-

ciones educativas, tal y como múl-

tiples autores afirman, como Arnaiz

(2003), González y Herrán (2010), o

Colomo y Oña (2014), más recien-

temente. Esta es la causa de que

no haya una formación adecuada

de los docentes para poder tratarla,

bien desde la pedagogía de la muer-

te o la del duelo. En estos aspectos

nos centraremos posteriormente,

pero antes veremos algunas eviden-

cias que se encuentran relacionadas

con la muerte.

Evidencias que

acompañan a la

muerte

Aunque no hay evidencias de lo

que ocurre tras fallecer, lo que sí se

tiene claro es la influencia religiosa

que envuelve a este tema, de la fini-

tud del ser humano y de que es algo

inevitable.

La influencia religiosa

Cada religión, tiene una visión de

la muerte diferente, sin embargo,

todas ellas, según afirma Gaona

(2012), comparten que hay vida

después de ésta, y la existencia de

la justicia divina (“al cielo van los

buenos y los malos al infierno”).

En el mundo Occidental, prima la

visión cristiana. La religión católica,

debido a la amplia presencia que ha

tenido históricamente, ha impreg-

nado las creencias de aquellas per-

sonas que incluso no se decantan

por ninguna religión en concreto

(Colomo y Oña, 2014). Entre ellos

se destaca la creencia de que, al

morir, la esencia sigue latente en

la realidad, y cuando llegue ese día

nos encontraremos con los seres

queridos ya difuntos. Por este mo-

tivo, desde el ámbito educativo, y

dada la diversidad existente en las