Previous Page  49 / 64 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 49 / 64 Next Page
Page Background

49

ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016

AÑO V - Nº 18 - JUNIO 2020

único objetivo de este artículo. El de

exponer la hipótesis de que el

éxito y

fracaso

(que planea sobre esta cues-

tión en muchos centros educativos

con un sistema de gestión de calidad

implantado, en adelante SGC)

no ra-

dica tanto en el sistema elegido

, ni

en el cuidado seguimiento de dece-

nas de directrices para guiar la actua-

ción de cada implicado,

sino en la

lógica, la coherencia, la adaptación

y, sobre todo, la proporcionalidad

del sistema diseñado e implantado

.

El error del primer paso es el fracaso

del camino a recorrer.

Los legisladores y redactores de las

normativas, al margen de los proce-

sos de elaboración de borradores,

exposición pública o estudio de las

enmiendas, solo las escriben una vez,

y una vez escritas, pasan a ser patri-

monio y cotidianeidad de los legisla-

dos y normativizados. Cada acierto

o error que contengan se repetirán

en infinidad de ocasiones y condi-

cionarán la actividad de individuos y

grupos durante tiempo. Un descuido

menor puede ser un gran perjuicio.

La responsabilidad del diseñador

de un proceder colectivo es, en una

mayoría de los casos, superior al de

cualquier ejecutor. Por este motivo,

el alumbramiento de leyes, normas o

instrucciones, y el diseño de su apli-

cación, no deberían de desarrollarse

por el método de prueba y error (en

realidad prueba, error, rectificación

y nueva prueba). Porque la mejora

continua que proponen los SGC no

se puede entender o esconder detrás

de una rectificación continua.

Existen ámbitos sociales y profe-

sionales donde experimentar has-

ta conseguir un resultado positivo

(emendando los fallos) es un acier-

to. En la redacción y aplicación de

normas no sirve acumular errores

sucesivos hasta conseguir un acier-

to, porque las sucesivas opciones,

en vigor durante un tiempo, no

tienen un carácter sucesivo, sino

acumulativo. Se generan, para sus

obligados, una sucesión de casuís-

ticas (a veces contradictorias), que

acaban siendo un problema. De este

modo, el rigor en el desempeño no

es posible o sostenible, y surgen las

dudas, interpretaciones, evasiones

o negaciones. El final de esto es el

descrédito de la norma, de su dise-

ñador o de su ejecutor, algo que ha

de ser evitado a toda costa. Hay que

hacerlo bien, a la primera.

De dónde venimos

La idea que subyace tras el vocablo

latino “qualitas” (con el significado

de propiedad que aporta distinción

a personas o bienes) está presente

a lo largo de toda la historia, con

la genérica acepción de “hacer las

cosas bien”. Existen evidencias de

que el intercambio de bienes o servi-

cios llevó asociada, desde siempre,

una intención de clasificar éstos en

función de su mayor y mejor (o no)

acierto a la hora de cumplir los co-

metidos para los que se creaban. Las

definiciones son muchas ciertamen-

te, pero no hay confusión en lo más

primario y común de esa cualidad.

La calidad reside, en mayor o menor

grado, en lo que está bien hecho.

Desde fines de siglo XIX, primero en

EE.UU

, las organizaciones producti-

vas piensan acerca de ese “bienha-

cer”, aunque inicialmente solo sobre

el producto terminado, sin tener en

cuenta la satisfacción de las expec-

tativas de quien lo recibe (control de

calidad). Es posteriormente, en Ja-

pón, cuando se produce la eclosión

de los múltiples y modernos siste-

mas de gestión de la calidad, la bús-

queda de cero defectos o la exce-

lencia productiva. Estos conceptos

e intenciones han evolucionado del

control del resultado al control del

proceso que conduce al resultado,

y sus distintos estándares y mode-

los se replican por todo el mundo.

La intención es controlar la calidad

del proceso de producción, con idea

de que eso garantizará un elevado

nivel de calidad de lo producido. Al

respecto de ello, existe un mayori-

tario consenso para basar el control

de los métodos de producción en el

modelo del ciclo PDCA

2

.

2

Ciclo de William E. Deming, conoci-

do como PDCA (Plan-Do-Check-Act)

o, en español, PHVA (Planificar-Ha-

cer-Verificar-Actuar). Atribuido origi-

nalmente a las teorías organizativas de

su mentor W.A. Shewhart.

Estos sistemas de gestión empre-

sarial se han adaptado y extendido

a los ámbitos productivos no em-

presariales.

Cualquier proceso de

provisión de un producto

(aún los

más complejos o socialmente im-

bricados, como es el de la educa-

ción)

puede ser gestionado desde

la idea de la búsqueda de la mayor

calidad

. La intención sigue siendo

la misma, producir aquel bien o

servicio del mejor modo posible,

procurando la mayor satisfacción

de todas las partes implicadas en

la producción y recepción del bien.

En el ámbito de la educación y en

el entorno español, los dos siste-

mas de gestión más aceptados son

el derivado de la norma ISO y del

modelo EFQM.