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ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016

AÑO V - Nº 18 - JUNIO 2020

tinua mejora que afecta a todos los

procesos de este, pero no al propio

diseño individualizado del sistema, a

su ensamblaje con lo prexistente o a

sus periódicos autoanálisis. Su filo-

sofía impulsa que, una vez implan-

tado, comience la revisión y mejora

de los procedimientos y su segui-

miento. Esto supone, lógicamente,

modificaciones en procedimientos,

instrucciones y documentos, surgi-

dos de las evidencias de desviacio-

nes del estándar. Pero este proce-

dimiento no arranca de su diseño e

implantación, con lo que la solución

viene siempre en forma de exigen-

cias y trámites añadidos, que suplen

ausencias, fallos o contradicciones

del diseño inicial.

Esta sucesión de versiones normati-

vas o procedimentales no es nunca,

como ya dijimos, de carácter sustitu-

tivo sino acumulativo. Porque el sis-

tema se basa en el análisis del histó-

rico para poder evolucionar y porque

la propia naturaleza del proceso de

aprendizaje (y los trámites adminis-

trativos que la gestionan) no está

formada por etapas estancas, sino

progresivas y acumulativas. La suma

de continuas versiones consecutivas

no se puede considerar como una

mejora sostenida, sino como la ma-

yor evidencia de una primigenia falta

de calidad del propio diseño. Lo bien

hecho no precisa (no debería preci-

sar) de un cambio continuo.

Esta ausencia de autoanálisis del di-

seño del sistema, parece venir aso-

ciada a una perversa perpetuación

de una gran dificultad para alcanzar

el objetivo propuesto, que para no

ser insoportable o inasumible, se

acompaña de una igual condescen-

dencia (no se da conseguido, pero

da igual… poco a poco). Esta pér-

fida visión, transforma un sistema

de mejora continua en uno de error

continuo, porque se asemeja a una

carrera de galgos tras de una liebre

(de pega) que no alcanzarán jamás,

pero que tampoco condicionará su

comportamiento. La meta parece

alejarse a medida que los avances

deberían de aproximarla, mante-

niendo una distancia constante con

sus perseguidores. No hay estabili-

zación o amortización de los logros,

porque una acumulación de comple-

jidad los envuelve y desdibuja. Ese

hecho justifica su existencia y con-

tinuidad, pero también su inconsis-

tencia y lo (aparentemente) estéril

del esfuerzo.

El estudio de Arrizabalaga y Landeta

(2007) evidencia

diferentes resulta-

dos de la implantación de un mis-

mo SGC

(en este caso bajo el modelo

EFQM) según la tipología del centro.

La apuesta sostenida por este tipo

de gestión se muestra mayoritaria

en los centros privados o concerta-

dos y de mayor tamaño (obteniendo

mejores resultados), ocurriendo lo

contrario en los centros públicos y

de menor tamaño. Esta diferencia

parece, lógicamente, derivada de la

mayor dificultad de gestión de los

primeros, tanto por tamaño como

por los aspectos de orden econó-

mico que los segundos no precisan

resolver. Esta mayor complejidad es

pareja al tiempo dedicado por sus

profesionales (docentes y PAS) a

la gestión de sus recursos, además

de que el perfil de sus equipos de

dirección suelen contar con mayor

formación y experiencia en este

ámbito (gestión empresarial o de

organizaciones), en tanto que en los

centros públicos el perfil directivo es

el de un docente y su responsabili-

dad temporal. Semeja ocurrir, por

tanto, que, a igual SGC implantado,

el grado de eficiencia requerido por

las circunstancias agudiza la exigen-

cia de optimizar la implantación del

sistema y mejorar los resultados. La

necesidad despierta el ingenio.

La reciente investigación de Mariño

(2017), fija en tan solo un 10,4% los

implicados en la implementación de

un SGC que consideran logrado el

objetivo de añadir valor a los cen-

tros educativos, y un 16,9% los pro-

fesionales que declaran lo mismo al

respecto del objetivo de haber faci-

litado a la dirección la detección de

problemas y la implantación de ac-

ciones de mejora. El global de la per-

cepción del éxito (objetivo logrado)

y fracaso (ningún avance), en los

proclamados objetivos del estándar

ISO, es casi parejo, siendo mayorita-

ria la percepción de logros parciales

(ciertos avances o significativos).

La cuantificada magnitud de eviden-

ciadas acciones y documentos que

rodean los requisitos de un SGC

somete a una considerable atención

al personal implicado en la actividad

principal (docentes) y secundaria

(equipo directivo, personal auxiliar

de servicio y personal de limpieza),

e incluso partes interesadas indi-

rectamente (proveedores o entorno

económico y social). Las actividades

con aporte de valor principal (la do-

cencia) o secundario (la gestión aca-

démica, administrativa, económica

o del equipamiento e infraestructu-

ra) se ven parcialmente despojados

de recursos (de tiempo principal-

mente, pero también económicos

o de energía) para atender a las que

corresponden a la gestión del SGC,

que no tienen valor en sí mismas

sino para la mejora de los anteriores

(sistematizaciones, registros, medi-

ciones y reflexión).

Bien organizado y justificado, los re-

cursos detraídos de las actividades

de valor (principal y secundarias) se

compensarían con creces con los

reportes de las actividades propias

del SGC. Las sistematizaciones, re-

gistro, mediciones y reflexión, bien

implantadas, organizadas y propor-

cionadas, son el factor multiplicador

del valor que aportan la actividad

principal y las secundarias. El valor

del SGC es multiplicar el de las ac-

tividades principales. Mejorar, sobre

todo, la docencia, pero también la

gestión administrativa, económica

y del equipamiento e infraestructu-

ra. Si ese feedback del SGC hacia lo

principal no se produce, el círculo no

se cierra y no hay retorno de los re-

cursos invertidos, porque estos han

sido equivocadamente sustraídos de

las actividades principales (se ha res-