Resumen: ¿Cómo integrar la reflexión sobre la muerte en la vida cotidiana en nuestro siglo XXI? El presente artículo pretende llevar a cabo, partiendo de unos presupuestos teóricos e históricos definidos, una aplicación didáctica de la utilidad que tiene reflexionar sobre la muerte. Igualmente, nos preguntaremos cómo integrar la perspectiva natural sobre la muerte en el área de Religión.

 

Palabras clave: Filosofía; Muerte; Religión; Interdisciplinariedad.

 

Abstract: How to integrate reflecting on death in our ordinary lives in the 21st century? This paper aims to a didactic application of the usefulness of this reflection, based on theoretical and historical assumptions. Likewise, we’ll ask ourselves how to integrate the natural perspective about death on the subject of Religion.

 

Keywords: Philosophy; Death; Religion; Interdisciplinarity.

FILISOFÍA Y MUERTE EN EL AULA DE RELIGIÓN

Perspectiva socio-histórica de la muerte

Puede apreciarse, desde el Medievo, un eje transversal donde la muerte, dependiendo de cada periodo histórico, será vista de una determinada manera por el hombre. Esta actitud del hombre ante la muerte será fruto de unas circunstancias socio-históricas determinadas. A lo largo del tiempo, el ser humano ha afrontado el enfrentamiento con la muerte de diferentes formas, incluso su forma de acercarse a ella ha variado, pasando desde la familiaridad medieval hasta lo que es el tabú del siglo XXI.

A grandes rasgos, podemos esbozar cómo ha sido la visión que se ha tenido de este hecho en los diferentes momentos históricos:

  • En la Edad Media el hombre afronta ante la muerte una actitud cercana y familiar, contemplándola como algo natural y, por tanto, emprende una serie de actuaciones que le hacen prepararse para pasar a la otra vida, sin excesivos dramatismos. Por otra parte, la muerte era un acontecimiento público y ni los niños estaban privados de convivir con ella.
  • Entre los siglos XI y XVI, la actitud respecto a la muerte experimenta un cambio perceptible. Es evidente que existe una familiaridad con la propia muerte, una familiaridad que se traduce en el hecho de la aceptación del “orden de la naturaleza”. Las representaciones del Jucio Final, los rituales hacia el difunto y la exaltación de los epitafios, entre otros, son algunos de los rasgos más característicos en la visión de la muerte propia de este periodo histórico.
  • Ya en el siglo XVIII el hombre da a la muerte un nuevo sentido. La muerte, en este siglo, es exaltada, es grandiosa, es imponente. Se trata de la muerte romántica, la muerte del otro y no ya la propia. Es el periodo donde se da un culto a las tumbas y a la muerte. La muerte no será deseable, pero sí admirable, una vez que ésta acaece.
  • Ya en el siglo XIX comienza el cambio de actitud respecto a la muerte. Frente a los grandes mausoleos y tumbas de los cementerios en países como Alemania, Francia o España, ahora nos encontramos con grandes extensiones de terreno con tumbas horizontales, a ras de suelo, cubiertas por césped y presididas por un monolito.
  • En el siglo XX ya la muerte tiende a desaparecer, convirtiéndose en un tema tabú. Se da una tendencia a proteger al moribundo y no mostrarle la verdad de su enfermedad o de su estado, pues la verdad sobre la muerte resulta incómoda.

Como vemos, el cambio de actitud ha evolucionado desde una normalización, donde se ha visto la muerte como elemento natural de la vida del hombre, hasta un momento en donde se procura no hablar de ella porque provoca pavor.

 

En efecto, el hombre actual se ha propuesto hasta tal punto no hablar de la muerte, que intenta reprimir cualquier signo de dolor que sea visible para los demás. El hecho de reprimir este dolor puede ser causa de un dolor más agudo vivido interiormente, a nivel emocional.

 

Lo que es preciso trabajar desde el ámbito educativo es una visión de la muerte normalizada, que pueda ser asumida y tenida en cuenta como un aspecto natural de nuestra vida y para la cual debemos estar preparados convenientemente.

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Perspectiva estoica sobre la muerte

Una vertiente importante que nos ayudará a comprender la muerte como un acontecimiento natural y a sobrellevarla con paz y aceptación es la filosofía estoica.

Los estoicos pensaban que estaban en este mundo porque su misión era cumplir con un deber en la sociedad. Al no tener miedo al castigo corporal ni a la muerte, su visión sobre el hecho de ser castigados no los desanimaba. Para el hombre actual, esta actitud ante la muerte no puede comprenderse. Para los estoicos, la actitud fundamental es frente a la vida. Si la vida es aprovechada con todo lo que ella ofrece, merece la pena morir una vida bien vivida.

Y voy a seguir filosofando, aunque tenga que morir mil veces. Y si me dijesen que me van a liberar con la condición de que no continúe filosofando, yo les contestaría lo siguiente: Mis queridos atenienses, los quiero y los respeto, pero obedeceré a mi dios (daimon) antes que a ustedes. Y no dejaré de filosofar”. Sócrates, imperturbable, toma el vaso de [cicuta], lo vacía de un trago, y le dice a sus amigos, que sollozan: “No, amigos; hay que concluir con palabras de buen augurio: permanezcan siempre serenos y fuertes”. Cuando empezó a sentir los efectos del veneno, se acostó (…) y poco después estaba muerto. (Platón).

La filosofía estoica podemos focalizarla en cuatro ideas principales:

  • Medita sobre la muerte para ordenar tus prioridades
  • Aprovecha el tiempo que te queda
  • Vive el momento presente
  •  El miedo a la muerte es peor que morir  

Perspectiva cristiana sobre la muerte

No sólo los autores clásicos nos hablan de la necesidad de pensar en la muerte, por supuesto los autores cristianos y también el arte nos lo recuerda a cada instante en sus obras.

Desde una concepción cristiana, considerar la muerte no es algo negativo, pues las ventajas que nos reporta el pensarla no sólo son de carácter penitencial, sino también de crecimiento espiritual. Es decir, pensar en la muerte causa dolor, pero también alegría, pues ella no es el paso definitivo del hombre en este mundo, sino que es sólo un tránsito.

 

Sin embargo, la humanidad por desconocimiento o ignorancia sigue sin considerar los bienes que le reporta dicho pensamiento, pues si lo hicieran no se recrearían, siguiendo la terminología platónica, tanto en los bienes sensibles, cuanto en los bienes espirituales o, según Platón, en aquellos que participan más directamente del mundo de las ideas.

 

La consideración de la propia muerte por parte del hombre en su día a día nos lleva a considerar otro punto no menos importante, que es el valor del tiempo, el tiempo de nuestra vida, esa de la que conocemos el inicio, aunque en su momento no tuviéramos conciencia del mismo, y de la que no conocemos el final.

Mientras el hombre tiende a prescindir en sus perspectivas de la muerte como acontecimiento propio, a quitársela de la vista, Jesús se esforzó por que la tuviésemos siempre presente en el horizonte: Estad preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre (Lc 12,40). Es la advertencia dirigida a todos en la parábola de las vírgenes necias, y la misma espera vigilante a la que se refiere San Pablo “al atardecer de la vida me examinarán del amor”. Y es que la muerte nos recuerda que no somos autosuficientes (Ruiz, 2002).

El valor del tiempo guarda relación con el tiempo de la vida y con la muerte en sí misma, pues en la medida que vamos viviendo día tras día, debemos descontar esos días de nuestra existencia, de manera que el tiempo que nos queda es incierto, de donde se infiere que, al no saber el tiempo que nos queda, pues nos puede llegar la hora suprema en cualquier instante, debemos, con más razón estar más preparados para ese instante.

Propuesta didáctica para integrar la muerte en la materia de Religión

Ahora bien, tras comprender que el concepto de la muerte no es algo que debamos omitir, pues no se ha hecho semejante cosa en tiempos pasados, ¿Cómo podemos tratar este tema en el aula? Consideramos que la mejor materia para abordarlo es el área de Religión, entonces, ¿Cómo trataríamos e tema de la muerte en el aula de Religión?

Uno de los tratamientos más sencillos que de este tema podemos hacer con los alumnos es mediante la conversación. Muchos de los estudiantes habrán tenido que lidiar con la muerte de un familiar o persona cercana, por lo que esta breve dinámica servirá para hacer ver al alumno doliente que la muerte es un hecho natural y le ayudará a sobrellevar el dolor, pues al darse cuenta que otros compañeros han perdido a seres queridos, el doliente sobrellevará mejor la pena. De esta forma,  hacemos ver al alumnado que la pérdida forma parte de la vida. Esta pérdida no es propiedad exclusiva de la muerte, sino que también se produce en otro tipo de ámbitos, como la separación de los padres, abandono familiar por parte de alguno de los progenitores, duelo vivido por la muerte de una mascota, etc.

Sobre todo, es muy importante que los docentes se sientan comprensivos ante el dolor de los alumnos.  Respetar su espacio y dejar que ellos sean quienes hablen cuando se sientan preparados, pero nunca agobiarles. Eso sí, hacerles saber que los docentes estamos ahí para cuando ellos quieran hablar y expresar su dolor.

Una buena idea es que expresen su dolor y todo lo que sienten en una redacción. Es importante hacerles saber que los adultos también sienten dolor cuando pierden un ser querido. Es algo natural sentir dolor, miedo, angustia, etc. Se trata de que viva su dolor de forma natural, de que viva el duelo, de que no se guarde nada. Es muy importante que no pierdan el contacto social con sus compañeros de aula o amigos. Eso ayudará a que se olviden del acontecimiento y retornen a la normalidad de forma paulatina.

No hay que olvidar de decirles que es bueno llorar. Forma parte del duelo, del dolor de sentir a una persona querida que se ha marchado.

Ejercicio práctico: meditación en el aula

A continuación presentamos una meditación basada en la propuesta de Calle (2010), que nos permitirá ver la transitoriedad que vivimos en este mundo, y que no poseemos nada en propiedad, sino que todo es prestado como instrumento para desarrollar esta vida que se nos ha dado.

Para comenzar la meditación iniciamos con el juego de la respiración. Exhalamos estrés y ansiedad, e inhalamos buena energía, paz y tranquilidad. Así, numerosas veces. La respiración nos permitirá centrarnos en el ahora como bien enseñan los estoicos y vivir únicamente el momento presente.

 

 ¿Qué permanece, qué no cambia, qué no varía? Véanse a ustedes. ¡Cuánto ha variado su cuerpo, cuánto va envejeciendo! No hay que dramatizar, pero nuestro cuerpo seguirá cambiando y seremos testigos de esa transformación.

 

La vida sigue su curso. Han pasado 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18 años. El cuerpo actual ya no es lo que era hace unos años. Ha crecido. Se ha desarrollado. Han ido pasando los años. ¡Cuántas personas han muerto! Amigos de amigos, conocidos, amigos propios, familiares, vecinos, etc.

 

De la misma forma que nuestros ancestros se marcharon, nosotros también nos iremos un día, y seremos un recuerdo.

La meditación puede continuar en el aula con música, con ejercicios de respiración profunda e incluso con estiramientos y pequeños ejercicios posturales. Todo ello con la idea de crear un ambiente tranquilo y distendido que dé pie a los alumnos a considerar aspectos transcendentales de la existencia que luego poder trasladar a debates de aula.

La consideración sobre la muerte

La muerte forma parte de la vida. Desde que nacemos, como decía Heidegger, somos un Dasein, un “ser para la muerte”, nacemos para morir. Nos encaminamos de forma inexorable hasta la desaparición de nuestro cuerpo mortal, pero no de nuestro verdadero ser, el cual continúa su vida más allá del tránsito (como enseña Emilio Carrillo en su obra “El tránsito”).

Bien es cierto, que el ser humano es el único ser vivo que tiene conciencia de su propia muerte, por eso dicen muchos filósofos, sobre todo los antiguos, que la filosofía es una preparación para la muerte. Ya San Ignacio de Loyola y Tomás Moro defendían que era bueno para hacerse una idea de la propia muerte hacer una composición de lugar, es decir, imaginarse con los ojos de la mente, que estamos amortajados con un sudario y apreciar así nuestra finitud, para, de esta manera, apreciar más los dones que recibimos en esta vida y ser más agradecidos.

 

Sin embargo, no todo el mundo vive la muerte de igual forma, sino que hay quienes la experimentan de forma traumática y no soportan la pérdida de un ser querido. Otros, por suerte, la observan de forma más preparado para ello o por otras circunstancias diversas.

Las diferentes perspectivas sobre la muerte nos han preparado para apreciar la diversidad de opiniones sobre el asunto y este es un aspecto primordial para el tratamiento didáctico del tema que nos compete: una de las mejores formas de aprender a contemplar la muerte con otros ojos es conociendo cómo nuestros antepasados han convivido con ella.

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Esteban Martín Cabezas
Esteban es Licenciado en Teología, Graduado en Filosofía y Máster en Filosofía Práctica. Trabaja como Profesor de Secundaria y Bachillerato en el Instituto Jandía de Fuerteventura, en Las Palmas de Gran Canaria.