Resumen: Mandar deberes es una tradición que todos hemos aceptado, seguido e, incluso, demandado sin saber qué realidad se esconde detrás de los supuestos beneficios que se suele creer que tiene. Analizando detalladamente las aportaciones de la psicología educativa y las investigaciones de las que disponemos, comprobamos que éstas no apoyan el carácter beneficioso que solemos asociar a los deberes. Diversas reformas educativas y denuncias de familiares vienen en los últimos tiempos reavivando el debate en torno a la pertinencia, o no, de los deberes. Este artículo es una reflexión sobre este tema y una aportación más al debate educativo.

 

Palabras clave: Deberes; Aprendizaje significativo; Aprendizaje basado en proyectos; Aprendizaje autónomo; Investigación educativa

 

Abstract: The tradition of setting homework is something we have all accepted, followed and even demanded without knowing the truth about its supposed benefits. However, a detailed analysis of educational psychology and available research shows that these benefits are not supported by the evidence. Recently, various educational reforms and complaints from families have reignited the debate about homework’s relevance. This article reflects on this issue and makes a further contribution to the educational debate.

 

Keywords: Homework; Meaningful Learning; Project-based Learning; Independent Learning; Educational Research.

LOS DEBERES Y TAREAS PARA CASA

Desde tiempos remotos, la educación ha sido un pilar fundamental en el desarrollo de las sociedades. A lo largo de la historia, los métodos de enseñanza han evolucionado de acuerdo con los avances científicos, tecnológicos y filosóficos de cada época. Entre las múltiples estrategias adoptadas para consolidar el aprendizaje, los deberes escolares han ocupado un lugar central. La idea de que los estudiantes deben continuar su formación fuera del aula ha estado arraigada en numerosos sistemas educativos, al punto de considerarse un componente esencial para el éxito académico. Sin embargo, esta práctica ha generado un intenso debate sobre su efectividad, sus beneficios y los posibles efectos negativos en los alumnos.

Los Deberes y Tareas para casa #CedRevistaDigitalDocente Compartir en X

El concepto de tareas escolares tiene sus orígenes en la pedagogía tradicional, que privilegia la memorización, la repetición y la práctica constante como mecanismos de aprendizaje. A finales del siglo XIX y principios del XX, con la masificación de la educación pública y la necesidad de estandarizar la enseñanza, los deberes comenzaron a adquirir una función estructural dentro del sistema educativo. Se suponía que, al llevar el estudio más allá de las aulas, los alumnos reforzaban sus conocimientos, adquirían hábitos de disciplina y aprendían a gestionar su tiempo de manera eficiente. Esta visión se fortaleció con el auge del modelo industrial de educación, en el que la formación académica se orientaba a la preparación de ciudadanos productivos y funcionales dentro de una sociedad que demandaba orden, disciplina y esfuerzo.

Los defensores de los deberes sostienen que estos representan una extensión natural del aprendizaje en el aula, permitiendo a los alumnos practicar y consolidar lo que han aprendido durante la jornada escolar. También argumentan que los deberes fomentan la autonomía, la responsabilidad y la capacidad de resolver problemas sin la supervisión directa de un maestro. En el ámbito familiar, se considera que las tareas pueden fortalecer la relación entre padres e hijos, ya que muchos padres participan activamente en la educación de sus hijos a través del apoyo en las tareas escolares. Desde esta perspectiva, los deberes no solo cumplen un propósito académico, sino que también contribuyen a la formación de valores esenciales para el desarrollo personal y social del estudiante.

Sin embargo, la creciente carga de tareas en algunos sistemas educativos ha suscitado un intenso debate sobre los límites y las consecuencias de esta práctica. En la actualidad, numerosos estudios han cuestionado la relación entre los deberes y el rendimiento académico, especialmente en la educación primaria. Investigaciones han demostrado que una cantidad excesiva de tareas puede ser contraproducente, generando estrés, ansiedad y desmotivación en los alumnos. Además, se ha señalado que el impacto de los deberes varía significativamente según la edad de los estudiantes, el tipo de tarea asignada y el contexto socioeconómico en el que se desarrolla el aprendizaje.

Desde una perspectiva psicológica, la sobrecarga de deberes puede generar efectos negativos en el bienestar emocional de los niños y adolescentes. La presión por cumplir con las tareas puede provocar ansiedad y frustración, especialmente cuando los estudiantes enfrentan dificultades para comprender los contenidos o cuando no disponen del apoyo adecuado en casa. Asimismo, el tiempo dedicado a los deberes puede reducir significativamente el tiempo disponible para otras actividades fundamentales en el desarrollo infantil, como el juego, la interacción social, la actividad física y el descanso. Varios expertos han advertido que un desequilibrio entre la vida escolar y la vida personal de los niños puede afectar negativamente su desarrollo integral y su salud mental.

Además, la efectividad de los deberes no es uniforme en todos los contextos educativos. En países con sistemas educativos altamente desarrollados, como Finlandia, la carga de tareas escolares es mínima o inexistente y, sin embargo, los estudiantes logran un alto desempeño académico. En contraste, en países donde los deberes son una parte central del currículo escolar, los resultados académicos no siempre reflejan una mejora significativa. Este contraste ha llevado a muchos pedagogos a cuestionar si los deberes realmente contribuyen al aprendizaje o si, en cambio, perpetúan un modelo de enseñanza basado en la repetición mecánica y la carga de trabajo excesiva.

A pesar de estas críticas, los deberes siguen siendo una práctica ampliamente aceptada en muchas culturas educativas.

La investigación y la relación entre deberes y resultados académicos

El impacto de los deberes en el rendimiento académico ha sido objeto de numerosos estudios e investigaciones a lo largo de las últimas décadas. A pesar de la gran cantidad de literatura existente sobre el tema, los resultados no son concluyentes y varían según factores como la edad de los estudiantes, la calidad de los deberes, el tiempo dedicado a ellos y el contexto educativo en el que se aplican.

Una de las investigaciones más influyentes en este campo es la realizada por el profesor Harris Cooper. Sus investigaciones analizaron el impacto de los deberes en el rendimiento académico y el desarrollo de los estudiantes. Cooper (1989) realizó un metaanálisis en el que concluyó que los deberes tienen beneficios moderados en los estudiantes de secundaria y preparatoria, pero un impacto menor en los de primaria. También señaló que la cantidad de deberes debe ser adecuada para evitar efectos negativos, como estrés y fatiga.

Otro estudio relevante es el de John Hattie (2008), quien analizó más de 800 metaanálisis sobre los factores que influyen en el rendimiento académico. En su investigación, Hattie asignó a los deberes un impacto relativamente moderado en comparación con otras estrategias pedagógicas. Sus hallazgos indican que los deberes son más efectivos cuando se enfocan en la consolidación de conocimientos previamente adquiridos, en lugar de introducir nuevos conceptos. Además, señala que la calidad de los deberes es mucho más importante que la cantidad, ya que las tareas repetitivas y mecánicas pueden no aportar un valor significativo al proceso de aprendizaje.

A pesar de la evidencia que respalda el valor de los deberes en ciertos contextos, también existen estudios que cuestionan su impacto en el aprendizaje. Por ejemplo, investigaciones realizadas en sistemas educativos como el de Finlandia y algunos países asiáticos han demostrado que es posible obtener excelentes resultados académicos con una carga reducida o incluso sin deberes. En estos sistemas, se priorizan metodologías de enseñanza más dinámicas dentro del aula.

Por otro lado, algunos estudios han señalado que el tiempo dedicado a los deberes podría tener una correlación más fuerte con el nivel socioeconómico de las familias que con el propio rendimiento académico. En otras palabras, los estudiantes con más recursos y apoyo en casa tienden a sacar mayor provecho de los deberes, mientras que aquellos en situaciones más vulnerables pueden encontrar en ellos una fuente adicional de estrés y desigualdad.

En general, podemos decir que no hay una única respuesta válida para todos los contextos educativos. Mientras que en algunos casos los deberes pueden ser una herramienta útil para reforzar el aprendizaje, en otros pueden resultar ineficaces o incluso perjudiciales si no se gestionan adecuadamente.

La clave para un uso efectivo de los deberes radica en equilibrar su cantidad, adaptarlos a la edad y necesidades de los estudiantes y enfocarlos en tareas de calidad que promuevan el pensamiento crítico y la autonomía. En lugar de imponer grandes volúmenes de tareas repetitivas, los docentes pueden explorar metodologías alternativas que permitan consolidar el aprendizaje.

Los beneficios no académicos de los deberes

Las pruebas disponibles no apoyan las justificaciones académicas ni las no académicas. Pese a ello, los deberes tienen una presencia casi universal y raramente son cuestionados; incluso algunas personas insisten en que los niños deberían tener todavía más deberes. Cuando la investigación demuestra que los deberes no proporcionan un mejor aprendizaje, los expertos y demás miembros de la comunidad educativa pasan a defenderlos por otras razones, tales como la creación de hábitos de estudio, fomento de la responsabilidad, la autodisciplina, la autonomía y la mejora de la comunicación entre casa y escuela, entre otras (Kohn, 2006).

Kohn (2006) analiza algunos de los supuestos beneficios no académicos defendidos por muchos:

  • Crear hábitos de estudio:Sería preocupante pensar que la constancia, la capacidad de organización o cualquier otra habilidad englobada por los hábitos de estudio no se pueda desarrollar durante las seis o siete horas diarias de los cinco días a la semana que los niños pasan en la escuela. Es curioso que los deberes sean la herramienta más importante o la mejor para apoyar cualquiera de estas cualidades. En caso de serlo, deberíamos plantearnos la posibilidad de estar haciendo algo mal.
  • Mejorar la autonomía:Una evidencia derivada de la literatura es que tanto a los niños como a los adultos les va mejor en casi todos los aspectos cuando controlan los acontecimientos, cuando son capaces y libres de decidir por sí mismos; es decir, cuando se sienten “directores” y no “marionetas” de sus propias vidas. Sin embargo, poca autonomía se les deja a los alumnos cuando los deberes vienen totalmente impuestos desde arriba y las consecuencias de no realizarlos no son nada agradables.
  • Fomentar la responsabilidad:Mandar deberes todas las tardes a los alumnos consigue que los niños aprendan la obediencia ciega, no el valor de la responsabilidad. Hacen deberes porque les obligan, porque si no sus padres les castigarán y los profesores les reñirán delante del resto de sus compañeros. Los entrenamos, por lo tanto, a hacer cosas desagradables, a “apretar los dientes y aguantar”, no para lo que implica la verdadera responsabilidad, y esto es, al menos para nosotros, ser capaces de entender que están a cargo de algo importante y que de sus decisiones dependerá el futuro de ese “algo”, además de saber aceptar las consecuencias de estas decisiones y aprender de ellas para futuras ocasiones.
  • Saber administrar su tiempo:Será difícil que esto ocurra debido a dos razones. En primer lugar, porque por lo general son los padres quienes eligen y controlan cuándo hacen sus hijos los deberes, y en segundo lugar, porque si los alumnos carecen de esta capacidad, el principal efecto de los deberes será hacerles sentir ansiosos e incompetentes. Pocos de nosotros creemos que lanzar a los niños al fondo de la piscina les enseñe a nadar. ¿Por qué entonces creemos que dar a los niños un montón de tareas para hacer en un tiempo limitado les va a proporcionar los medios para aprender a organizarse?
  • Crear una vía de comunicación familia-escuela:Es inquietante pensar que el medio para que las familias y las escuelas se comuniquen sea mandar deberes a los niños. ¿Deben los niños, a expensas de su tiempo y opinión, realizar unas tareas sin ninguna prueba empírica de beneficio para que sus familias y el centro educativo puedan comunicarse? Y ¿no existen otros medios para dicha comunicación?

El porqué de la creencia arraigada de los deberes como algo beneficioso

La defensa a ultranza de los deberes por parte de la comunidad educativa es, en parte, debida a la más que arraigada costumbre de aceptar aquello que se ha venido haciendo durante “toda la vida”, acompañada además de una falta de actitud crítica, analítica y objetiva, por no hablar de la mala interpretación de los estudios científicos.

Kohn (2006) señala tres principales ideas que pueden ser las causantes de la sólida creencia de los deberes como algo positivo y altamente recomendable, reflejando además el aparente desconocimiento sobre cómo aprenden los niños.

En primer lugar, la creencia de que más tiempo implica más y mejor aprendizaje. Puede que más tiempo realizando ejercicios y memorizando sí implique más y mejor aprendizaje si entendemos este como los buenos resultados obtenidos en los exámenes (casi siempre diseñados para comprobar si el alumno ha realizado los deberes que se le han mandado y/o ha memorizado correctamente la información del libro). Sin embargo, si entendemos el aprendizaje como algo verdaderamente significativo, es decir, como algo que cale en ellos, que guarden después de haber realizado el examen, que les ayude a afrontar la vida siendo críticos, creativos y mejores ciudadanos y que les ayude a ser capaces de tomar decisiones por sí mismos, entonces más tiempo no garantiza por sí solo que el aprendizaje tenga lugar.

No nos confundamos: el tiempo es necesario para el aprendizaje, pero aumentarlo más y más no tiene repercusiones positivas en cuanto a la calidad del aprendizaje se refiere.

En segundo lugar, la creencia de que cuanto más practiquemos, más aprenderemos o mejor dominaremos una competencia. Puede que esto sea real si hablamos de aprendizajes procedimentales (jugar al fútbol, aprender a coger el lápiz, etcétera), pero en las actividades intelectuales dicha práctica no crea una verdadera comprensión de lo que se está haciendo y por qué; es decir, no se crean significados y, por lo tanto, tampoco aprendizaje real.

Esta costumbre de mandar deberes para que los alumnos practiquen y “refuercen” lo explicado en clase es particularmente llamativa en la asignatura de matemáticas, pero si quieres tener éxito en el pensamiento matemático, necesitas un caudal de significados, no una catarata de respuestas automáticas. Y es que, practicar una y otra vez no desarrolla los significados; la repetición no conduce a la comprensión (Brownell, 1929). Con esto, Brownell explica que las personas necesitan comprender qué se esconde detrás de los algoritmos u otros saberes matemáticos para aprenderlos realmente. Hacía referencia a las matemáticas ya que, esta asignatura, al ser una en la que más ejercicios de repetición se mandan, el aprendizaje mediante la práctica reiterada es particularmente significativo. Sin embargo, es un hecho extensible al resto de asignaturas.

El tipo de enseñanza más coherente trata a los estudiantes como constructores o creadores de significados; y ofrece desafíos cuidadosamente calibrados que los ayuden a desarrollar teorías cada vez más sofisticadas. El objetivo es que comprendan las ideas interiorizándolas (Freire, 1968).

Por ello, podemos concluir que la práctica repetitiva conduce al hábito y no al aprendizaje y, por lo tanto, es conveniente replantear este hecho tan importante para un mejor presente y un mejor futuro del sistema educativo.

En tercer lugar, en toda esta práctica de deberes del tipo repetición y práctica, hemos olvidado cómo se sienten los alumnos con respecto a ellos. Incluso si asumiésemos que estos deberes ofrecen resultados académicos y de aprendizaje finales más positivos, estaríamos pasando por alto cómo se sienten los alumnos durante el proceso de realizarlos, que para muchos es tedioso, repetitivo, monótono y desmotivador. ¿Y es que puede producirse un verdadero aprendizaje sin motivación?, ¿no tiende la excelencia a seguir al interés? Puede que eliminar la variable motivacional sea uno de los mayores errores de muchos sistemas educativos actuales.

Sin embargo, es más fácil que los alumnos practiquen una habilidad que cambiar lo que piensan sobre lo que están aprendiendo u ofrecer “experiencias” al estudiante para que adquiera una comprensión significativa y real de aquello que queremos que aprenda; es decir, es más fácil señalarles el camino y cómo se debe recorrer, aunque no entiendan cómo lo han hecho, que guiarles para que lo descubran por sí mismos.

Además de estas tres grandes razones, Kohn (2006) también habla sobre una idea bien afianzada desde prácticamente siempre, que ayuda a que los supuestos beneficios de los deberes continúen siendo una convicción bastante fuerte. Dicha idea es “más duro equivale a mejor” o “que más exigente equivale a una mejor calidad educativa”. Esta creencia errónea ha sido provocada, en parte, por unas reformas educativas siempre hechas desde arriba y centradas principalmente en hacer que los estudiantes rindan y se esfuercen más con el fin de “subir el listón” de un sistema educativo que tiene muchos fallos importantes que resolver, pero que siempre ha sido excesivamente desprestigiado por algunos, seguramente en pos de intereses políticos y/o económicos, no educativos.

La principal consecuencia de esta subida de estándares de exigencia es el carácter propedéutico que termina adquiriendo el sistema educativo en general y algunas etapas y cursos académicos en particular, centrándose en lograr que los alumnos superen unos exámenes cuya finalidad es la de comprobar que se han alcanzado los estándares de exigencia, sin importarles que todo aquello que se ha “desembuchado” en el examen se vaya a olvidar en pocos días, y obviando, por tanto, que la verdadera tarea de la educación es educativa.

Por lo tanto, y llegados a este punto, vemos que, según los estudios, los deberes, entendidos como los que actualmente son prescritos por los centros educativos, carecen de beneficios académicos y están lejos de motivar al alumno, hacerle una persona más responsable, autónoma, con mejores hábitos de estudio o más motivada, y son totalmente contraproducentes en lo que a adquirir una comprensión y asimilación real del aprendizaje se refiere. ¿Qué caminos nos quedan entonces?

Ya que los deberes son un reflejo más de nuestro sistema de enseñanza, puede que una de las soluciones sea repensar y cambiar todo el sistema educativo con el fin de crear un sistema de enseñanza-aprendizaje que realmente logre transmitir al alumnado una serie no solo de conocimientos, sino de valores, habilidades y actitudes mediante los cuales sean capaces de construir su propio aprendizaje, de manejarse de forma adecuada en la sociedad del siglo XXI y saber aplicar lo aprendido en la escuela a la vida real; es decir, adaptar la escuela a las necesidades de hoy en día con métodos de hoy en día.
Puede que este gran cambio suene utópico e imposible, y ciertamente un cambio de esta magnitud y complejidad es tremendamente laborioso (requiere tiempo, dedicación, recursos económicos, humanos y materiales, expertos en educación altamente cualificados, por no hablar de un alto nivel de compromiso por parte de todos los miembros de la sociedad y de la comunidad educativa). Sin embargo, no por ello debemos dejar de perseguirlo y trabajar por conseguirlo, pues el día en que dejemos de hacerlo será cuando realmente sea algo inalcanzable.

Otra solución, más asequible a corto plazo, y descrita también por Kohn (2006), es la de repensar y cambiar nuestra concepción actual de los deberes. Podríamos comenzar a apostar por:

 

  • Un tipo de deberes mucho menos abundante; que no sean calificados con notas (todos tenemos derecho a equivocarnos, a aprender a nuestro ritmo y a no ser castigados por ello).
  • Deben ser mucho más pensados y elaborados por los docentes, y que de verdad hagan reflexionar a los alumnos y comprender a un nivel profundo.
  • Relacionar los deberes con actividades que no asociemos como tal, como podría ser un experimento en la cocina, leer junto a nuestra familia y reflexionar sobre lo leído, asociar las matemáticas con nuestro entorno, etcétera.
  • Dar la posibilidad de elegir entre deberes con diferentes niveles de dificultad o proyectos de temáticas diferentes.
  • Permitir y animar a los alumnos a tomar decisiones sobre aquello que sea relevante educativamente (deberes incluidos); es decir, involucrar al alumnado en su propio aprendizaje en vez de limitarnos a decirles lo que deben hacer.

En resumen, deberes más personalizados, con mayor relación con la realidad inmediata del alumno y donde el trabajo del estudiante no sea la simple repetición y memorización, sino la construcción de verdaderos significados sobre aquello en lo que se está trabajando.

Alternativas a los deberes en la escuela actual

El creciente cuestionamiento de la eficacia de los deberes tradicionales está llevando a muchas escuelas y educadores a explorar enfoques alternativos para mejorar el aprendizaje de los estudiantes. Las alternativas propuestas buscan reducir el tiempo de estudio fuera de la escuela, así como fomentar una educación más dinámica, personalizada y alineada con las necesidades del siglo XXI.
A continuación, se detallan varias de las alternativas más relevantes:

  1. Aprendizaje basado en proyectos.El aprendizaje basado en proyectos es una de las alternativas más prometedoras. Esta metodología pedagógica permite a los estudiantes trabajar en proyectos a largo plazo que integran diversas disciplinas y abordan problemas reales, lo que hace que el aprendizaje sea más relevante y aplicable a la vida cotidiana. En lugar de hacer tareas aisladas, los estudiantes trabajan en equipo para investigar, experimentar y resolver problemas. Esto fomenta habilidades como la colaboración, la investigación, la crítica constructiva y la resolución de problemas. Además, el proceso es profundamente personalizado y permite a los estudiantes desarrollar un sentido de responsabilidad y compromiso con su trabajo.
  2. Tareas centradas en el interés.Una alternativa significativa a los deberes tradicionales es ofrecer a los estudiantes tareas que se alineen con sus intereses personales y sus pasiones. En lugar de asignar actividades uniformes para todos los estudiantes, se puede permitir que elijan proyectos relacionados con los temas tratados en clase, pero que los conecten con su propia curiosidad. Este enfoque no solo aumenta la motivación intrínseca del estudiante, sino que también fomenta el aprendizaje autodirigido y la creatividad.
  3. Aprendizaje autónomo.En lugar de asignar deberes fuera de la escuela, las escuelas pueden destinar tiempo dentro de las horas lectivas para que los estudiantes trabajen de forma autónoma en sus estudios. Este enfoque permite que los alumnos practiquen lo aprendido en clase, investiguen más sobre los temas tratados y realicen actividades relacionadas con el aprendizaje. Los estudiantes tienen acceso a la ayuda inmediata del docente durante el tiempo de trabajo autónomo y pueden trabajar en un ambiente supervisado que favorezca la concentración. Además, se evita la sobrecarga de trabajo fuera del horario escolar, respetando así su tiempo libre.
  4. Aprendizaje colaborativo.El aprendizaje colaborativo fomenta el trabajo en equipo, el intercambio de ideas y la construcción colectiva del conocimiento. En lugar de tareas individuales, se podría promover que los estudiantes resuelvan problemas y realicen actividades en grupos dentro de la escuela. Los estudiantes aprenden a compartir sus conocimientos, escuchar y comprender diferentes puntos de vista, lo que enriquece su aprendizaje. Además, el trabajo en equipo puede ser más eficaz que el estudio individual, ya que las discusiones y el intercambio de ideas promueven un aprendizaje más profundo.
  5. Gamificación del aprendizaje.La gamificación es una estrategia que utiliza elementos de los juegos (como retos, recompensas y niveles) para hacer el proceso de aprendizaje más atractivo y motivador. Al integrar estos elementos en el aula, los estudiantes pueden participar de manera activa y divertida, sin la necesidad de realizar tareas repetitivas fuera del horario escolar. Los juegos fomentan la participación, la competencia sana y el trabajo en equipo, y pueden ser una excelente manera de repasar contenido o practicar habilidades de manera interactiva. La gamificación también ayuda a mantener el interés de los estudiantes y a aumentar su motivación intrínseca.

 Cuando los deberes están bien diseñados y responden a un propósito pedagógico claro, pueden desempeñar un papel significativo en el proceso de aprendizaje. Uno de sus principales beneficios es el refuerzo de los conocimientos adquiridos en clase, ya que permiten a los estudiantes consolidar conceptos, practicar habilidades y mejorar la retención de información a través de la repetición y la aplicación de lo aprendido en diferentes contextos. Además, los deberes fomentan la autodisciplina, la organización y la gestión del tiempo, habilidades que son esenciales no solo en la educación, sino también en la vida profesional y personal.

Sin embargo, su exceso o mala aplicación puede generar consecuencias perjudiciales. La sobrecarga de tareas ha sido vinculada con altos niveles de estrés, ansiedad y agotamiento en los estudiantes, lo que no solo afecta su bienestar emocional, sino que también puede disminuir su rendimiento académico. Cuando los alumnos tienen una cantidad excesiva de deberes, pueden experimentar dificultades para mantener un equilibrio entre la escuela y otras actividades esenciales para su desarrollo, como el juego, la socialización, el deporte y el descanso.

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Herenia Miralles Liborio
Herenia es graduada en Pedagogía, con máster en Dificultades de Aprendizaje y en Psicopedagogía. En estos momentos es orientadora y psicopedagoga del Departamento de Educación de la Generalitat de Catalunya.