
Resumen: Este artículo analiza el papel de los retos cooperativos como herramienta metodológica en Educación Física durante la etapa de la Educación Primaria. Se destacan sus beneficios en el desarrollo de la competencia social y cívica, el fomento de la inclusión y el aprendizaje emocional. Además, se presentan actividades concretas para el aula, estrategias de evaluación y propuestas de mejora. La investigación se apoya en la importancia de un enfoque integral y vivencial en la enseñanza-aprendizaje del área.
Palabras clave: Retos cooperativos; Educación Física; Educación Primaria; Convivencia escolar; Inclusión educativa; Competencias Clave; Competencia personal, social y de aprender a aprender; Competencia ciudadana; Competencia en conciencia y expresión culturales.
Abstract: This article analyses the role of cooperative challenges as a methodological tool in physical education during primary education. It highlights their benefits in the development of social and civic competence, the promotion of inclusion and emotional learning. Specific classroom activities, assessment strategies and suggestions for improvement are also presented. The research is grounded in the importance of a comprehensive, experiential approach to teaching and learning in this field.
Keywords: Cooperative challenges; Physical Education; Primary Education; School coexistence; Educational inclusion; Key competencies; Personal, social, and learning to learn competencias; Citizen competence; Competence in cultural awareness and expression.
RETOS COOPERATIVOS EN EDUCACIÓN FÍSICA
En las últimas décadas, la Educación Física ha experimentado una profunda transformación en su enfoque pedagógico. Lejos de limitarse al entrenamiento físico o la adquisición de habilidades técnicas deportivas, esta área ha pasado a concebirse como una disciplina fundamental para el desarrollo integral del alumnado, abordando dimensiones cognitivas, motrices, afectivas y sociales. Esta evolución responde, en gran medida, a los desafíos de la sociedad actual, que demanda ciudadanos activos, colaborativos, empáticos y capaces de convivir en contextos diversos y democráticos.
Retos Cooperativos en Educación Física #CedRevistaDigitalDocente Compartir en XLa normativa educativa actual, a través de la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMLOE), impulsa una educación basada en el desarrollo de competencias clave para la vida. Entre ellas, destacan la competencia personal, social y de aprender a aprender, la competencia ciudadana y la competencia en conciencia y expresión culturales. Estas competencias trascienden los contenidos tradicionales y exigen metodologías activas que favorezcan el aprendizaje significativo, la autonomía del alumnado y su implicación en procesos cooperativos de construcción del conocimiento.
En este marco, la Educación Física en la etapa de la Educación Primaria adquiere una función esencial: convertirse en un espacio de aprendizaje vivencial y relacional, donde todo el alumnado se relacione entre sí, se conozcan, se escuchen y cooperen. La infancia es una etapa clave para la adquisición de habilidades sociales, emocionales y comunicativas que sentarán las bases para una convivencia positiva a lo largo de la vida. Por ello, las propuestas didácticas deben ir más allá del juego competitivo o el rendimiento individual, y centrarse en experiencias inclusivas que refuercen el sentido de pertenencia, el respeto a la diversidad y la corresponsabilidad.
Desde una perspectiva inclusiva y lúdica, los retos cooperativos permiten atender a la diversidad del aula, ya que no se centran en el rendimiento individual ni promueven comparaciones entre iguales, sino que potencian la interdependencia positiva y el reconocimiento del valor de cada miembro del grupo. Esto los convierte en un recurso ideal para promover la igualdad de oportunidades, la participación equitativa y el aprendizaje emocional a través del cuerpo y el movimiento.
Índice de contenidos
- 1 Fundamentación pedagógica en torno a los juegos cooperativos
- 2 Beneficios de los juegos cooperativos
- 3 Propuestas de retos cooperativos en Educación Primaria
- 4 Evaluación formativa y centrada en el proceso
- 5 Inclusió y atención a la diversidad
- 6 Propuestas de mejora y continuidad
- 7 ¿Quieres saber más?
- 8 Publica con nosotros
Fundamentación pedagógica en torno a los juegos cooperativos
Desde la Educación Física, los retos cooperativos permiten crear un clima de aula positivo, minimizar las conductas disruptivas y reforzar el sentimiento de pertenencia al grupo.
Los retos cooperativos en Educación Física son una propuesta pedagógica sólida, fundamentada en teorías del aprendizaje social, enfoques constructivistas y modelos didácticos centrados en la colaboración, la inclusión y el desarrollo integral del alumnado. Estas prácticas beben de una tradición educativa comprometida con la mejora de la convivencia, la participación activa y la formación de sujetos capaces de actuar de forma responsable, crítica y solidaria en sociedad.
El primer gran referente teórico de los retos cooperativos es la teoría del aprendizaje social de Albert Bandura (1977), quien defendió que gran parte del aprendizaje humano se produce en contextos sociales mediante la observación, la imitación y la interacción con otras personas. Según Bandura, los alumnos no solo aprenden por ensayo y error, sino también al observar las consecuencias que tienen las acciones de los demás, internalizando normas, actitudes y estrategias de afrontamiento. Esta perspectiva pone de relieve la importancia del entorno social y emocional en el aprendizaje, elementos que son centrales en la práctica de los retos cooperativos.
Por su parte, el modelo de aprendizaje cooperativo desarrollado por Johnson y Johnson (1999) constituye la base metodológica más directa para los retos cooperativos. Este modelo establece que el aprendizaje se ve potenciado cuando los alumnos trabajan en pequeños grupos heterogéneos con el objetivo de lograr metas comunes, desarrollando simultáneamente la responsabilidad individual y el compromiso con el grupo. Para que exista una auténtica cooperación, los autores identifican cinco elementos clave:
- Interdependencia positiva: cada miembro del grupo necesita de los demás para alcanzar el objetivo.
- Responsabilidad individual: cada estudiante es responsable de su contribución al trabajo colectivo.
- Interacción promotora cara a cara: se fomenta el diálogo, el apoyo mutuo y la reflexión conjunta.
- Habilidades sociales: se enseñan y desarrollan competencias como escuchar, dialogar, decidir o mediar.
- Evaluación grupal: el grupo reflexiona sobre su funcionamiento y busca formas de mejorar.
Estas dimensiones son perfectamente aplicables a la Educación Física, donde el cuerpo, el espacio compartido y el juego actúan como catalizadores del aprendizaje colectivo. Además, los saberes básicos de la Educación Física en Primaria, según el Real Decreto 157/2022, de 1 de marzo, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Primaria, recogen explícitamente el trabajo cooperativo, la resolución de conflictos, la inclusión de todos los participantes y la valoración del juego como herramienta para la convivencia.
En cuanto a la LOMLOE, ésta establece que el área de Educación Física debe contribuir al desarrollo de las competencias clave, especialmente la competencia personal, social y de aprender a aprender, la competencia en conciencia y expresiones culturales y la competencia ciudadana.
Y si, además, mirásemos hacia la Agenda 2030, veríamos que con el hecho de incluir los retos cooperativos en Educación Física estaríamos contribuyendo al alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente el ODS 4 (educación de calidad) y el ODS 16 (promoción de sociedades pacíficas e inclusivas).
Beneficios de los juegos cooperativos
La práctica sistemática de retos cooperativos impacta positivamente en varias dimensiones del desarrollo global, tal como puede apreciarse en la Tabla 1.

La Educación Física, como área curricular, constituye un espacio privilegiado para el desarrollo de competencias sociales, emocionales y cognitivas, más allá de los aprendizajes motores. En este sentido, la inclusión de actividades cooperativas permite atender a la diversidad del alumnado, fomentar la inclusión y desarrollar habilidades clave como la empatía, la comunicación y la resolución de conflictos.
En definitiva, los estudiantes, gracias a este tipo de propuestas, aprender a moverse y a moverse en compañía, lo que refuerza aprendizajes transversales esenciales para su formación integral.
Propuestas de retos cooperativos en Educación Primaria
La propuesta que ofrecemos desde aquí se sustenta en una metodología activa, participativa y centrada en el alumnado, en la que el docente adopta un rol de guía y facilitador del aprendizaje. Se parte del principio de que todo alumnado puede aprender y aportar en contextos donde el éxito grupal depende de la implicación de cada uno de sus miembros.
Las actividades seleccionadas se basan en tres pilares fundamentales:
- Interdependencia positiva: los estudiantes necesitan colaborar para alcanzar los objetivos propuestos.
- Responsabilidad individual y grupal: cada participante tiene un rol relevante dentro del grupo.
- Reflexión compartida: al finalizar cada actividad, se promueve una puesta en común que refuerce los aprendizajes vividos.
Las actividades pueden implementarse desde 1º a 6º de Primaria, ajustando la complejidad, los materiales y los tiempos. En los primeros niveles se recomienda introducir tareas más sencillas y estructuradas, con apoyos visuales y mucho modelado, mientras que en los cursos superiores se pueden plantear situaciones más abiertas, promoviendo la autonomía y el pensamiento estratégico.
Por ejemplo:
- En 1º y 2º se priorizará el desarrollo de habilidades sociales básicas (respetar turnos, escuchar, compartir).
- En 3º y 4º se enfatizará la coordinación, el liderazgo rotativo y la comunicación no verbal.
- En 5º y 6º se potenciarán la resolución de problemas, la toma de decisiones grupal y la autoevaluación.
Para facilitar la incorporación de las actividades cooperativas en la práctica educativa, se recomienda diseñar una unidad didáctica de entre cuatro y seis sesiones. Esta unidad puede integrarse fácilmente dentro del currículo de Educación Física bajo títulos como “Juntos somos más fuertes”, “Desafíos en equipo” o “Jugamos cooperando”, y tiene como objetivo principal fomentar la cooperación, la inclusión y la mejora de las habilidades sociales a través del movimiento.
Cada sesión puede tener una estructura común, que favorezca la estabilidad emocional y la seguridad del alumnado:
- Inicio (10-15 minutos): bienvenida, calentamiento cooperativo (dinámicas por parejas o pequeños grupos), presentación del objetivo del día.
- Parte principal (20-25 minutos): desarrollo de uno o dos retos cooperativos, con consignas claras y tiempo suficiente para el ensayo, el error y la mejora grupal.
- Vuelta a la calma (10 minutos): breve dinámica de vuelta a la calma, reflexión grupal y recogida de impresiones emocionales o aprendizajes clave.

A lo largo de las sesiones, se propone incorporar progresivamente los siguientes retos:
Se introduce el trabajo cooperativo con un reto sencillo como el Transporte corporal de pelota. Esta actividad permite romper el hielo, crear los primeros vínculos entre compañeros y trabajar el control corporal de forma divertida. Es importante que el docente observe cómo se organizan los grupos de forma espontánea y qué tipo de comunicación utilizan.
Posteriormente se trabaja la construcción de figuras humanas cooperativas, lo que exige mayor cercanía física, confianza y coordinación. Es una oportunidad para observar la evolución del clima de grupo y comenzar a fomentar el liderazgo rotativo (por ejemplo, que diferentes miembros tomen la iniciativa en cada figura).
Más tarde se plantea la carrera silenciosa por equipos. Aquí se introducen restricciones comunicativas para obligar al grupo a desarrollar nuevas formas de relación, como gestos, miradas o señales. Es una excelente oportunidad para fomentar la escucha activa y reforzar la importancia de la atención a los demás.
Después se propone un circuito de retos cooperativos, con estaciones por las que los grupos deben rotar. Cada estación puede tener una dinámica distinta que implique distintos niveles de cooperación (por ejemplo: pasar una pelota sin manos, cruzar una zona con colchonetas sin tocar el suelo, construir una torre humana sencilla). Esta sesión permite observar cómo se adaptan a tareas nuevas, cómo distribuyen roles y cómo gestionan la frustración.
A continuación, se plantea el recorrido invisible, una actividad de alta exigencia en comunicación y liderazgo. Un alumno ve el recorrido y debe explicar al resto del grupo cómo superarlo sin que los demás lo hayan visto antes. Esta dinámica permite trabajar la confianza, la claridad en la expresión oral y el seguimiento de instrucciones, habilidades clave tanto dentro como fuera del área de Educación Física.
Para concluir se organiza una sesión de síntesis, donde los equipos eligen su reto favorito o crean uno nuevo a partir de las experiencias anteriores. Esta sesión debe concluir con una asamblea reflexiva en círculo, donde cada alumno pueda expresar lo que ha aprendido, cómo se ha sentido y qué valor ha tenido la colaboración en todo el proceso.
Durante toda la unidad, es fundamental que el docente acompañe el proceso con preguntas orientadoras, tanto durante la ejecución como en los momentos de reflexión:
- ¿Qué hemos necesitado para lograrlo?
- ¿Nos hemos escuchado?
- ¿Cómo hemos resuelto los conflictos?
- ¿Hemos respetado las ideas de todos y todas?
Este tipo de planteamiento favorecerá la participación activa, la metacognición, el desarrollo del pensamiento crítico y la interiorización de los valores que sustentan la convivencia democrática.
Evaluación formativa y centrada en el proceso
La evaluación en el marco de los retos cooperativos no puede reducirse a la mera constatación de si el grupo ha logrado completar o no la tarea planteada. Por el contrario, debe centrarse en el proceso vivido por el alumnado, atendiendo tanto a los aspectos motrices como a los sociales, emocionales y comunicativos. En este sentido, la evaluación debe ser, ante todo, formativa, participativa y cualitativa.
La evaluación formativa permite ofrecer retroalimentación continua, identificar avances y dificultades, y adaptar la intervención educativa en función de las necesidades del grupo (Black y Wiliam, 1998). En el contexto de los retos cooperativos, esto significa observar aspectos como:
- La organización internadel grupo.
- La calidad de la comunicacióny la toma de decisiones compartidas.
- La gestión de los conflictossurgidos durante la actividad.
- La reacción ante los errores, la frustración o el éxito.
- El nivel de implicación y responsabilidadde cada miembro.
Este enfoque también favorece una enseñanza más inclusiva, ya que permite valorar a cada alumno en función de su progreso individual y su contribución al grupo, no únicamente por sus habilidades físicas o su capacidad para alcanzar el objetivo final.
El uso de instrumentos participativos refuerza la autonomía del alumnado, fomenta la autorreflexión y potencia la conciencia sobre los aprendizajes adquiridos. Algunas herramientas especialmente útiles en el marco de los retos cooperativos son:
- Rúbricas grupales: permiten valorar indicadores como la cooperación, el respeto de turnos, la comunicación o la escucha activa. Pueden ser elaboradas conjuntamente con el alumnado para aumentar su implicación.
- Diarios de grupo: espacios de registro en los que cada grupo anota sus logros, dificultades, acuerdos tomados y emociones vividas. Fomentan la reflexión compartida.
- Asambleas de reflexión: momentos al final de la sesión o del ciclo de retos donde el grupo analiza colectivamente diferentes cuestiones.
- Autoevaluaciones emocionales: fichas o rutinas de pensamiento breves donde cada alumno expresa cómo se ha sentido durante la actividad, qué ha aprendido del grupo o de sí mismo, y qué aspectos le gustaría mejorar.
El docente asume un papel esencial como observador participante. Su mirada debe ir más allá del resultado final y centrarse en el comportamiento grupal e individual durante todo el proceso. Para ello, es recomendable emplear instrumentos como escalas de observación, notas anecdóticas o listas de control que incluyan aspectos actitudinales, relacionales y emocionales.
Además, debe facilitar el desarrollo de la metacognición en el alumnado, es decir, ayudarles a tomar conciencia de sus acciones, emociones y decisiones dentro del grupo. Esto se puede lograr mediante preguntas abiertas, espacios de escucha y ejercicios de autorreflexión guiada.

Inclusió y atención a la diversidad
Uno de los principales valores de los retos cooperativos es su naturaleza inclusiva. Al centrarse en la cooperación, el apoyo mutuo y la resolución colectiva de desafíos, estas actividades permiten que todo el alumnado participe activamente, independientemente de sus condiciones físicas, cognitivas o emocionales.
Lejos de fomentar la comparación individual o la exclusión por habilidades, los retos cooperativos favorecen la interdependencia positiva, creando contextos en los que las diferencias se transforman en oportunidades para el aprendizaje conjunto.
Para garantizar una verdadera inclusión, es imprescindible que el docente planifique adaptaciones metodológicas que respondan a las necesidades específicas de apoyo educativo y a la diversidad natural del grupo-clase.
A continuación, se detallan algunas estrategias prácticas para favorecer la participación de todo el alumnado en este tipo de propuestas:
- Ajuste de materiales: Se pueden utilizar pelotas de diferentes tamaños, pesos o texturas; introducir cuerdas, aros u otros objetos que faciliten la manipulación; o diseñar circuitos con niveles de dificultad graduada. Por ejemplo, en el reto de pasar una pelota sin manos, se puede ofrecer una pelota más blanda y ligera a alumnado con menor coordinación motriz, permitiendo su inclusión sin modificar el objetivo general de la tarea.
- Organización de grupos heterogéneos: Formar equipos equilibrados en cuanto a habilidades, estilos de aprendizaje y características personales fomenta el apoyo entre igualesy la solidaridad. Es importante promover dinámicas de tutoría entre compañeros, donde cada miembro del grupo pueda aportar desde sus fortalezas, ya sea físicas, comunicativas o relacionales.
- Flexibilidad en las consignas: Las instrucciones deben poder adaptarse según las capacidades del alumnado. Por ejemplo, en el reto del recorrido invisible, se puede permitir al alumno que da las instrucciones usar dibujos o gestos si tiene dificultades en la expresión oral. Esta adaptación no solo respeta sus necesidades, sino que enriquece la experiencia grupal.
- Temporalización ajustada: Permitir más tiempo para la resolución de algunos retos puede ser fundamental para evitar situaciones de estrés o frustración, especialmente en alumnado con trastornos del espectro autista (TEA), dificultades de atención o ansiedad ante el error. El foco debe situarse en el proceso colaborativo, no en la velocidad de ejecución.
- Apoyo visual o verbal: El uso de pictogramas, secuencias visuales o instrucciones simplificadas puede facilitar la comprensión y la anticipación de las tareas por parte del alumnado con dificultades de lenguaje o comprensión. Igualmente, se pueden asignar roles específicos que ayuden a organizar la tarea y a cada alumno a encontrar su lugar dentro del grupo.
- Valoración del esfuerzo y del trabajo grupal: La evaluación debe basarse en criterios cualitativos como la implicación, la actitud colaborativa o la mejora personal, más que en los resultados finales. De esta manera, se reconoce el progreso individual dentro del contexto grupal y se evitan situaciones de exclusión por bajo rendimiento.
Si se incorporan estas estrategias de manera natural en la dinámica de aula se podrá favorecer la inclusión del alumnado con necesidades específicas y educa al conjunto del grupo en valores como la empatía, la cooperación y la justicia social.
La Educación Física, desde este enfoque, se convierte en un espacio privilegiado para la vivencia real y significativa de la equidad, más allá del discurso teórico.

Propuestas de mejora y continuidad
Para que los retos cooperativos tengan un impacto real en el desarrollo integral del alumnado y no se conviertan en actividades puntuales o anecdóticas, es necesario integrarlos de forma estructurada, coherente y transversal en el proyecto educativo del centro.
A continuación, se presentan algunas recomendaciones fundamentales para su implementación eficaz:
Incorporación sistemática en la programación
Los retos cooperativos deben formar parte de la programación anual del área de Educación Física, vinculados a los objetivos, competencias específicas y criterios de evaluación establecidos en el currículo. Su uso continuado permite observar progresos, establecer rutinas de cooperación y reforzar valores como el respeto, la responsabilidad y la empatía.
Además, se pueden organizar en secuencias didácticas progresivas, comenzando con retos sencillos de coordinación y comunicación, y avanzando hacia dinámicas más complejas que exijan mayor grado de autonomía grupal y resolución de conflictos.
Conexiones curriculares y educativas
Los retos cooperativos ofrecen oportunidades para establecer vínculos pedagógicos con otras áreas, especialmente aquellas relacionadas con la Educación en Valores, la tutoría, la convivencia escolar, la expresión artística o la educación emocional.
Por ejemplo, un reto que implique representar una historia mediante movimiento puede integrarse con Lengua y Literatura, mientras que actividades que requieran gestión de roles o liderazgo pueden relacionarse con Educación en Valores o Ciudadanía.
Trabajo interdisciplinar y enfoque de centro
Una apuesta más ambiciosa consiste en desarrollar los retos cooperativos desde un enfoque interdisciplinar o de proyectos de centro, coordinando acciones entre el profesorado de distintas áreas, el equipo de orientación y los tutores.
Este enfoque facilita el desarrollo competencial transversal, mejora la coherencia educativa, y refuerza la idea de que la cooperación no es solo un contenido de Educación Física, sino una actitud ante el aprendizaje y la vida.
Formación docente en metodologías activas
Para implementar con éxito esta estrategia, es imprescindible que el profesorado reciba formación específica en metodologías activas e inclusivas, así como en evaluación formativa, dinámica grupal, gestión emocional y resolución de conflictos.
La formación debe combinar el marco teórico-pedagógico con experiencias prácticas, reflexión compartida y acompañamiento entre iguales. Solo un profesorado preparado y convencido puede generar un verdadero cambio en las dinámicas de aula.
Recogida de evidencias y evaluación competencial
La incorporación de los retos cooperativos puede convertirse en una fuente valiosa de evidencias para la evaluación competencial del alumnado. Las rúbricas, diarios de grupo, registros de observación o autoevaluaciones emocionales pueden ser utilizadas no solo como instrumentos de evaluación interna, sino también para:
- Informar al equipo docente sobre laevolución en las competencias clave.
- Identificar necesidades individuales o grupales.
- Diseñar planes de mejora a nivel aula o centro.
- Visibilizar los logros del alumnado ante familias y comunidad educativa.
Además, estas evidencias pueden incorporarse a herramientas como el cuaderno del profesor, los informes de evaluación cualitativa o los planes de acción tutorial.
A través del movimiento compartido, el juego en equipo y la resolución conjunta de desafíos que proporciona la práctica de retos cooperativos, los alumnos de Primaria vivencian experiencias que fomentan la empatía, la solidaridad, la responsabilidad y el respeto mutuo. Estos aprendizajes no son meramente instrumentales, sino profundamente formativos, ya que contribuyen a consolidar la base de una convivencia democrática y pacífica desde la infancia.
Implementar los retos cooperativos de forma intencionada y reflexiva permite transformar la sesión de Educación Física en algo más que una práctica motriz: la convierte en un espacio de construcción de valores, identidad, autoestima y relaciones sanas. Se pasa de una lógica centrada en el rendimiento individual o la competencia por la victoria, a otra donde lo importante es el grupo, el proceso compartido y la riqueza de la diversidad.
Este enfoque contribuye directamente a los objetivos definidos por el currículo vigente, tanto desde la LOMLOE como del Real Decreto 157/2022, especialmente en lo relativo al desarrollo de competencias clave como la social y cívica, el aprender a aprender o la conciencia emocional y cultural. Asimismo, se alinea con las metas educativas de la Agenda 2030, promoviendo una educación que construya sociedades más inclusivas, equitativas y sostenibles, tal y como recogen los ODS 4 y 16.
La práctica regular de retos cooperativos permite al alumnado adquirir herramientas útiles para su vida presente y futura: gestionar conflictos con respeto, tomar decisiones en grupo, comunicar con asertividad, reconocer sus emociones y las de los demás, adaptarse a distintos roles, y perseverar en los objetivos comunes.
En definitiva, con los retos cooperativos los docentes tienen la oportunidad y la responsabilidad de incorporar propuestas como esta en sus prácticas docentes cotidianas, sembrando desde edades tempranas la semilla de una escuela más inclusiva, solidaria y comprometida con el bien común.
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