Resumen: Actualmente la convivencia y el clima escolar son una piedra angular en la gestión del conocimiento. Esto implica que, además de proporcionar una enseñanza de calidad, bajo principios de igualdad y equidad, el profesorado ha de enfrentar el reto de atender el problema de las conductas disruptivas en las aulas. Por ello, desde aquí se expone un corpus de técnicas y estrategias que sirvan de ayuda al docente para prevenir y/o modificar las conductas que amenazan la convivencia educativa desde las primeras etapas.

 

Palabras clave: Disrupción; Comunidad educativa; Comportamientos; Gestión escolar; Habilidades Sociales; Convivencia.

 

Abstract: Currently, coexistence and school climate are a cornerstone in knowledge management. This implies that, in addition to providing quality teaching, under the principles of equality and equity, teachers have to face the challenge of addressing the problem of disruptive behaviours in the classrooms. For this reason, from here a corpus of techniques and strategies that help teachers to prevent and / or modify behaviors that threaten educational coexistence from the early stages is exposed.

 

Keywords: Disruption; Educational community; Behaviours, School management; Social skills; Coexistence.

EL MANEJO DE LAS CONDUCTAS DISRUPTIVAS EN EL AULA

El primer paso que el profesorado debe dar para conseguir el objetivo de una sana convivencia es el reconocimiento de sus atribuciones. Esto significa que, además de proporcionar una enseñanza de calidad, bajo principios de igualdad y equidad, sus competencias incluyen promover y mantener un clima que asegure un adecuado clima escolar.

En base a esto, el estudio sobre las conductas disruptivas ha desvelado interés por distintos campos profesionales, cuyos aportes al ámbito educativo se centran en el propósito de reducir o erradicar este tipo de comportamientos ya que, la importancia de la prevención y tratamiento reside en la interferencia de estas conductas en los procesos de enseñanza y aprendizaje, sabiendo que ciertos comportamientos conllevan al fracaso académico en todos los niveles educativos (Mogrovejo, 2014; Ortega, 2016).

Cabe destacar que del tiempo que dedica el profesorado a sus funciones escolares, pierde una buena parte del mismo tratando de mantener el orden, generando así consecuencias negativas en términos de resultados, además del desgaste y la frustración del docente por los ajustes constantes al diseño instruccional para cumplir con los contenidos curriculares.

Por otro lado, las consecuencias para el alumnado en relación con sus procesos de aprendizaje no son nada desdeñables, puesto que la reiteración de comportamientos disruptivos en el aula representa un obstáculo para su rendimiento académico y, en consecuencia, un aumento del fracaso escolar y disminución en la calidad del proceso educativo. (Ortega, 2016; Uruñuela, 2011).

Manejo de las conductivas disruptivas en el aula #CEdRevistaDigitalDocente Clic para tuitear

Disrupción: definición y tipologías

La importancia de tratar las conductas inapropiadas desde el terreno educativo reside en que sus efectos trascienden con facilidad las fronteras del aula, además de la repercusión directa sobre el propio proceso didáctico de aula y a todos los agentes implicados en él.

Freire (2012) apunta que las conductas disruptivas son una de las preocupaciones constantes del profesorado, y se refieren a conductas inapropiadas que provocan, no solo retrasos en el desarrollo del proceso educativo, sino que, además, crean situaciones inadecuadas en las aulas por producir malas relaciones interpersonales, tanto entre profesores y estudiantes como entre los propios alumnos y, en ocasiones, entre los mismos profesores. Por ello, es común observar que los docentes consideran la disrupción escolar como la música de fondo de la mayoría de aulas (Torrego y Moreno, 2003).

Por otra parte, siguiendo a Uruñuela (2011) la disrupción se entiende como aquellos comportamientos manifestados por el discente con la intención de llamar la atención y ser el protagonista, reflejando su deficiente evolución académica y ocasionando que el docente, “no pueda llevar a cabo de manera adecuada su tarea profesional de enseñanza, impidiéndole que pueda hacer la explicación de los temas, realizar las actividades oportunas o aplicar las evaluaciones que considere necesarias.

Teniendo en cuenta todas estas consideraciones resulta pertinente mencionar las características más relevantes de este tipo de conductas, recogidas por Fernández (2006):

  • Hacen referencia a un conjunto de conductas inadecuadas dentro del aula, como levantarse de manera inoportuna, interrumpir al docente, etc.
  • Añaden dificultad e incluso impiden el proceso de enseñanza y aprendizaje.
  • Proporcionan un problema académico, no permitiendo desarrollar ni reforzar los contenidos adecuadamente.
  • No solo afectan a los alumnos sobre los que se centra la acción sino a todo el grupo.
  • Crean tensión en el clima del aula produciendo malas relaciones interpersonales.
  • Proporcionan un campo abonado para el acoso escolar.

Además de ofrecer las definiciones y características de las conductas disruptivas, resulta de interés explorar las tipologías propuestas para clasificar estas conductas en el aula a la luz de investigaciones realizadas sobre el tema.

Una tipología reconocida en la literatura es la propuesta por Gotzens (1986), quien clasifica las conductas disruptivas en cinco grupos:

  • Conductas motrices: aquellas relacionadas con los movimientos que realizan los discentes durante las actividades y que distraen al grupo-clase por no estar relacionadas con las tareas encomendadas.
  • Conductas ruidosas: refieren a comportamientos que presentan todo tipo de ruido que perturbe el clima armónico del aula.
  • Conductas verbales: involucran cantos, gritos, risas y todo tipo de sonidos llevados a cabo con el propósito de llamar la atención.
  • Conductas agresivas: representan golpes, empujones, destrozos al mobiliario o materiales, entre otros.
  • Conductas de orientación en clase: tienen que ver con las miradas y actitudes corporales que involucren y despisten a otros compañeros.

Otra tipología planteada es la presentada por Gotzens, Badia, Genovard y Dezcallar (2010) quienes diferenciaron entre conductas sociales (conductas y comportamientos que se consideran perturbadores e indeseables socialmente) y conductas instruccionales (comportamientos que directamente están vinculados al aprendizaje y/o enseñanza de los contenidos curriculares). Destacan, así, que el problema se presenta cuando se extrapolan a las aulas las que pertenecen a la primera categoría.

Por su parte, Corsi, Barrera, Flores, Perivancich y Guerra (2009) proponen una tipología que clasifica las conductas disruptivas según su gravedad en: leves (ignorar las instrucciones, consumo de alimentos, etc.), moderadas (gritos, cantos, ofensas, etc.) y severas (amenazas, violencia, daños al material, etc.).

Incidencia de la presencia de las conductas disruptivas

Son diversas las causas que pueden preceder a la aparición de estos comportamientos y, por lo tanto, a la alteración de la convivencia escolar.

En este sentido, siguiendo lo expuesto por Palomero y Fernández (2001) se pueden clasificar estas causas en:

  • Causas propias o personales: referidas a trastornos, tipo de personalidad, grado de autoestima, etc.
  • Causas relacionadas con el ámbito familiar: relacionadas con los estilos familiares, tipos de familia, etc.
  • Causas provocadas por los medios de comunicación: resultado de la visualización de imágenes violentas, agresivas, etc.
  • Causas relacionadas con el centro educativo: referentes a la metodología empleada por el docente, la relación e interacciones entre los discentes y el profesorado, las normas de aula, etc.

Así pues, en base a las causas precitadas los factores que inciden en las conductas disruptivas se pueden clasificar en:

  • Psicológicos: son aquellos derivados de problemas emocionales, maltrato físico y/o verbal, sentimientos de abandono, etc., afectando negativamente a la manera de pensar, sentir y actuar del individuo.
  • Socioculturales: se debe tener en cuenta la relación entre las normas y valores inculcados por los centros educativos y aquellos enseñados por las familias. Ya que, si esta relación no se produce, se generará un conflicto entre escuela y hogar pudiendo ocasionar que el niño reaccione negativamente debido a que le resulte difícil adaptarse a las normas y valores que desconoce y que le son impuestas en su nuevo entorno.
  • Familiares: estos hacen referencia a que las conductas disruptivas pueden venir precedidas por factores relacionados con la conformación del núcleo familiar, el bajo nivel económico de los padres, así como la poca supervisión y apoyo emocional por parte de estos.

Técnicas de prevención y modificación de conductas

La modificación de conducta tiene como objetivo fundamental promover el cambio mediante un conjunto de técnicas que permitan mejorar el comportamiento del alumnado, desarrollando tanto sus potencialidades como las oportunidades disponibles en su medio.

El área de modificación de conducta es el diseño y aplicación de intervención psicológica que permitan el control de la conducta para producir el bienestar, la satisfacción y la competencia personal (Anguita, 2010)

Siguiendo la investigación y literatura de referencia, podemos proponer un corpus de técnicas de modificación de conducta de gran valor, aplicable a formación del profesorado y sirviendo especialmente para el tratamiento de este tipo de conductas en las etapas de Infantil y Primaria.

Según Mogrovejo (2014), se destacan las siguientes técnicas como prevención de conductas disruptivas:

  • Psicodrama o juego de roles (Role-Play): consiste en que el alumnado a través de la dramatización entienda diferentes posturas, los niños intercambian roles, asumiendo el rol de padre, madre, docente, etc., y así pueden experimentar otro punto de vista. Al hacer una inversión de roles el alumno puede entender cómo se sienten los otros, por ello, ligado a esta técnica es importante enseñar al alumnado a identificar los sentimientos y a ser empáticos con las diferentes posturas.
  • Biblioterapia en solución de problemas: mediante lecturas adaptadas a sus capacidades y necesidades, los discentes pueden ver manifestadas distintas situaciones conflictivas y al mismo tiempo aprender las soluciones a estos problemas, reflejándose en los personajes de estas lecturas.
  • El semáforo: es una técnica orientada hacia la promoción de estrategias en la resolución de conflictos que trata de guiar al alumnado desde el problema que siente hacia la solución de este de manera pacífica regulando su impulsividad (rojo: necesidad de calma; naranja: pararse a pensar; verde: actuar).

Técnicas cognitivas

Bunge, Gomar y Mandil (2011), particularmente, se proponen un conjunto de técnicas cognitivas para entrenarse en el reconocimiento emocional, en el reconocimiento de la relación entre emoción, pensamiento y conducta y la reestructuración cognitiva.

  • Entrenamiento en el reconocimiento emocional: este tipo de técnica busca dar el primer paso, ya que tiene la finalidad de que el niño aprenda a reconocer las emociones, lo cual será imprescindible para poder comunicarlas y compartirlas posteriormente, aprendiendo también de este modo a gestionar las mismas.
  • Reconocimiento de la relación existente entre emoción, pensamiento y conducta: persigue que el discente comprenda la relación entre estos aspectos entendiendo su influencia, y cambiando la actuación impulsiva por una actuación meditada que le permita controlar sus emociones, pensar sobre la situación y la actuación adecuada y posteriormente, en base a ello, actuar de manera adecuada.
  • Reestructuración cognitiva: existen multitud de actividades sobre esta técnica, entre las que destacan aquellas que tratan de desarrollar en el alumnado la capacidad de reflexión, haciendo que sea consciente de sus pensamientos negativos para que cuando éstos surjan pueda pararse a pensar y remediar los mismos.

Fomento y reducción de conductas

Asimismo, las técnicas de modificación de conducta se pueden clasificar recogiendo estas en dos grupos de estrategias de intervención: por un lado, las técnicas para el fomento de comportamientos adecuados y, por otro, las técnicas para reducir y extinguir conductas inadecuadas.

Tomamos como referencia las aportaciones de Gómez y Cuña (2017):

  • Técnicas para el fomento de comportamientos adecuados
  • Imitación o modelado: a través de la observación se enseña una nueva conducta al niño, de tal modo que mediante la imitación de un modelo (que puede ser el maestro o un compañero) se enseña la conducta apropiada. El modelo debe ser adecuado para que el alumno pueda imitar su comportamiento, de forma que ha de ser prestigioso y significativo para el alumnado, sencillo, que se observe con claridad en modo en que se premian las conductas tanto del modelo como del imitador, que el alumno participe activamente y que todas las tareas se refuercen.
  • Reforzamiento positivo: consiste en ofrecer una gratificación o premio que el niño reciba por haber realizado una conducta adecuada, reforzando esos comportamientos deseados para que así tiendan a repetirse o a mantenerse. Además de ponerse en práctica para que aumenten las conductas apropiadas también puede usarse para desarrollar en el discente nuevas conductas.
  • Técnicas para reducir y extinguir conductas inadecuadas
  • Contratos de conducta o de contingencia: esta técnica está indicada para alumnos con cierta responsabilidad. Involucra un acuerdo escrito entre el alumno y el docente que será el resultado previo del diálogo y negociación sobre las consecuencias a asumir por la conducta a regular. Así pues, se recomienda incluir en dicho contrato los datos personales del alumno, las conductas que se quieren alcanzar, conductas específicas que originaron el contrato, consecuencias que se obtendrán, revisiones, modificaciones a realizar, así como firmas y fecha.
  • Economía de fichas: su uso en la modificación de conductas disruptivas o indeseadas se basa en el refuerzo positivo ante la presencia de las conductas deseadas y en el castigo para las contrarias. En el primer caso, se suman puntos o fichas, intercambiables por objetos o recompensas de diferentes valores. Por lo contrario, el castigo implica restar puntos ya obtenidos con la buena conducta. Para implementarla se sugiere escribir en una cartulina las conductas a eliminar, ubicándola en un lugar visible para los niños. Periódicamente, se hará un recuento de los puntos obtenidos por cada alumno para ser reemplazados por las recompensas las cuales serán acordadas previamente entre el alumnado y el docente.
  • Extinción: el objetivo que se busca con esta estrategia de intervención es disminuir las conductas problemáticas no reforzando la conducta disruptiva al no prestar atención cuando el alumnado lleva a cabo la misma, buscando así que el discente cese este tipo de comportamiento al sentir que de esa forma no se le prestará la atención que busca.
  • Aislamiento: esta técnica suele ser más eficaz que la anterior; trata de retirar al alumno del ambiente donde está realizando la conducta inapropiada durante un tiempo determinado. El problema de aplicar esta estrategia de intervención en el ámbito escolar es la elección por parte del docente del lugar donde aislar al discente (pasillo del centro, lugar del aula, etc.) y en consecuencia la supervisión de este. Asimismo, al aplicar esta técnica se debe tener en cuenta que el tiempo no debe ser muy extenso y que debe estar ajustado en proporción a la conducta realizada.

Protocolo de actuación para la gestión de las interacciones

Además de las técnicas de modificación de conducta expuestas, es recomendable contar con un plan de acción que desarrollar en el aula de manera paralela o integrado en la propia programación didáctica, especialmente centrado en la gestión y manejo de la interacción en el aula.

Siguiendo a Torrego y Moreno (2003) resaltamos las siguientes estrategias:

  • Efectuar gestos y miradas que indiquen la conducta deseada, como señalar con la mirada el trabajo del alumno para que este modifique su comportamiento y proceda a la realización de la tarea encomendada.
  • Silencio del docente ante la dispersión del aula, el silencio prolongado por parte del profesorado hace que sean los mismos alumnos los que se corrijan entre iguales y modifiquen su conducta hacia la deseada por el docente.
  • Invadir el territorio acercándose a la zona del alumno o alumnos disruptivos, la presencia cercana del profesor incomoda al discente o grupo de discentes que están actuando inadecuadamente llevándolos a modificar su conducta.
  • Llamar la atención de forma seria y breve, hacer al alumno consciente de manera clara de que no estamos contentos con su actuación.
  • Mensaje en primera persona, dirigirse al alumno directamente por su nombre, que se sienta aludido.
  • Explicitar de forma breve las consecuencias derivadas de la conducta inadecuada, trata de recordar al alumnado que esas conductas indeseadas tienen efectos negativos.
  • Bombardeo de ideas, preguntar al alumnado directamente sobre lo que se está trabajando en clase como llamada de atención hacía su falta de interés y/o conducta disruptiva.

Como hemos podido comprobar, son diversos los autores que han tenido como objeto de estudio la investigación sobre técnicas y estrategias para el manejo de los comportamientos disruptivos en las aulas, ofreciendo así una alta gama de recursos como los mencionados anteriormente para combatirlas y minimizar los efectos negativos que puedan tener sobre cada alumno en particular y en relación al grupo-clase en general.

No obstante, el docente, para una correcta puesta en práctica de estas técnicas, debe conocer la situación concreta de su alumnado, así como sus necesidades y características para adecuar su actuación a su contexto de actuación particular.

La presencia de conductas indeseadas en el aula es algo a lo que tarde o temprano todo profesional educativo deberá hacer frente, por lo que es de vital importancia que los docentes conozcan las causas que inciden en la presencia de estos comportamientos, además de saber frenarlos a tiempo, corregirlos y trabajar en su prevención.

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Virginia Ester Rodríguez García
Virginia es Graduada en Educación Infantil, en Educación Primaria y Máster en Orientación, Asesoramiento y Mediación Familiar (Alcantarilla, Murcia)