La violencia en el ámbito educativo

Revisión sobre la situación del acoso escolar

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violencia en el ámbito educativo

Resumen: El acoso escolar ha sufrido un cambio y una evolución. Además, en este cambio se puede apreciar cómo se ha incrementado su importancia y cómo toda la comunidad educativa debe estar presente para prevenir y tratar este problema en las aulas. También, es importante conocer cuáles son las leyes en las que debemos basarnos para tratar el acoso escolar.

Palabras Claves: Acoso escolar; Violencia; Comunidad Educativa.

Abstract: Bullying has both evolved and changed. Its importance has risen, and the school community must be aware of its prevalence in order to prevent and treat this problem. It is also quite important to know which laws form the base to remedy bullying.

Keywords: Bullying; Violence; Educational Community.

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LA VIOLENCIA EN EL ÁMBITO EDUCATIVO

Se considera necesario comenzar, desde la etapa de la Educación Infantil, a trabajar la comunicación, la confianza, la seguridad… tanto para evitar futuros acosadores como para que las víctimas sepan desenvolverse en una situación de acoso (es decir, que se sientan seguros para poder decir qué está ocurriendo).

Desde nuestro actual planteamiento curricular, la prevención del acoso escolar se puede tratar y trabajar como un tema transversal, a través de varias áreas de conocimiento y aprovechando tanto las materias curriculares propias como las situaciones diarias de aprendizaje en el aula.

Se ha podido comprobar que el niño, cuando se siente a gusto, dichoso, satisfecho, feliz, aprende, se relaciona, se expresa y crece sin dificultades (Ibáñez, 2010).

Violencia, Agresividad y Agresión

Desgraciadamente, las personas usan la agresión muy a menudo para resolver los conflictos, cayendo en una espiral adictiva de violencia, pues cada vez que se usa se autoalimenta (Huertas, 2007).

Además, los seres humanos son agresivos por naturaleza. Varios autores han apoyado esta afirmación. Como por ejemplo Freud (1929), quien señaló que hay que aceptarse instintivamente inclinados al “tannatos”, a la destrucción. También Jung (1976) destacó la existencia de una sombra en la mente humana, la representación de los instintos animales que todos tenemos como legado de la evolución desde especies inferiores.

Pero hay que comenzar señalando que los términos “agresividad”, “agresión” y “violencia” son conceptos diferentes. Normalmente se utilizan de forma sinónima, pero son complejos y difíciles de definir y medir.

La agresividad es un impulso interior, una señal psicológica. En cambio, la agresión es externa, siempre es una consecuencia de la agresividad, pero sin embargo, la agresividad no siempre se sigue de una agresión.

El término violencia proviene del latín “vis” que significa “vigor o empelo de la fuerza”. Volavka, Citrome y Huertas (2007) afirman que “mientras que la agresividad es un elemento psicológico positivo, cuando se ejerce de forma controlada y adecuada a las amenazas del entorno, la violencia es siempre morbosa e innecesaria.

La principal diferencia que existe entre agresividad y violencia es que la agresividad es natural y la violencia está madurada. Y esta es la que realiza el acosador, está premeditada y tiene una estructura racional. Por lo que el acosador tiene un protocolo de actuación.

Una característica fundamental de la violencia es su intencionalidad. Es decir, de causar daño de forma física, verbal, sexual o económica. El objetivo que persigue el agresor con la violencia es producir el máximo daño posible en sus víctimas (Huertas, 2007).

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Violencia entre jóvenes

Desgraciadamente, cada año, aparecen más noticias que tratan sobre jóvenes violentos y sus conductas y comportamientos de las aulas. Se trata de jóvenes que desobedecen la justicia, la política y las instituciones.

Los adultos, es decir, sus familiares, niegan su responsabilidad en estas situaciones e intentan evitar la obligación que supone educar a los menores con la calidad suficiente. E incluso se calman o tranquilizan con frases como “esto es normal entre escolares”, o “son bromas de niños”. Desgraciadamente esto no es así. Se trata de un nuevo problema, que es grave y que se está extendiendo.

En muchas ocasiones, los docentes y los padres mutuamente se delegan la tarea de educar a los niños. Se está viviendo en una sociedad individualista, heterogénea y competitiva. En la que los padres cada vez pasan menos tiempo con sus hijos. Por lo que los adolescentes de hoy día están perdidos y desorientados, ya que no les enseñan los límites y los valores esenciales.

Su inmaduro cerebro carece de recursos personales para afrontar el consumismo, de ahí que la violencia y la rebelión aparezcan con más facilidad. (Huertas, 2007).

Por otro lado, en ningún momento se debe permitir que los niños obtengan lo que deseen cuando gritan, patalean o incluso agreden a alguien; se debe esperar a que lo pidan de manera tranquila y cado sea merecido y apropiado.

Olweus (1994), célebre especialista, defiende la gran importancia que tiene que tanto los padres como los docentes se involucren en la prevención de la violencia infanto-juvenil. Todos son agentes socializadores, ya que todos influyen en los afectos, creencias, comportamientos de los demás, queramos o no. Por lo que la herramienta que tiene más poder para el cambio social es la educación. La cual es entendida como el aprendizaje de los valores y normas para una adecuada convivencia.

Además, ya en la Constitución Española de 1978, se recogen los siguientes principios: la libertad, la convivencia y la tolerancia, la solidaridad y la cooperación. Estos son unos valores que deben favorecer y ayudar a las personas a responder de forma constructiva y solidaria ante los conflictos, ya que sean de orden social, ético, económico, religioso… o propios de la vida cotidiana en su ámbito más cercano.

Cronología del concepto de Acoso Escolar

Acoso escolar es sinónimo de “bullying”, este último término es inglés y es aceptado internacionalmente. Pero en España también se utilizan otros términos como “maltrato”, “abuso”, “intimidación” y “acoso”.

Un alumno es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos. Y se trata de una acción negativa cuando una persona intencionadamente causa, o trata de provocar daño o molestias a otro (Olweus, 1998).

Existe un acuerdo que especifica una situación de maltrato entre escolares, y es que se dé “de manera repetida y mantenida en el tiempo, lejos de la mirada de los adultos y con la intención de humillar y someter abusivamente a una víctima indefensa” (Avilés, 2006).

Ortega (1998) señala que existen dos leyes que mantienen el maltrato entre los niños en la escuela: la ley del silencio y la ley del dominio-sumisión. Ya que se encuentran las personas implicada tanto directa como indirectamente que suelen mantener silencio de lo que sucede (y provoca que dificulte que deje de ocurrir) y, por otro lado, se encuentran las personas que están directamente implicadas en la que mantienen un vínculo en el que uno aprende a dominar al otro y a ser sumiso a esta dominación.

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Por otro lado, en el acoso, se intimida a personas concretas, no a un colectivo. Este puede incluir actos de agresión física, verbal o sexual. Normalmente, hay un desequilibrio de poder, ya que la víctima siente que no puede defenderse adecuadamente ante el agresor/es (Huertas, 2007).

Siguiendo a este mismo autor, destacar que principalmente se utiliza como forma del maltrato la humillación, a través de insultos, descalificaciones, motes, o difusión de rumores ofensivos en público.

Aparece con más frecuencia en la adolescencia temprana (entre los 11-14 años) y media (15-17 años), ya que, esta etapa se caracteriza por el estrés que provocan los cambios en sus cuerpos (talla, faciales, sexuales…) y a nivel psicológico (desequilibrio emocional, comportamientos volátiles e imprevisibles, ruptura de los vínculos familiares habituales y serias alteraciones en el autoconcepto y autoestima).

En España, el Informe Cisneros X sobre Violencia y Acoso Escolar, que se realizó en 14 Comunidades Autónomas a 25.000 alumnos en el año 2006, detectó que sobre el 25% de los alumnos, es decir, uno de cada cuatro, sufre algún tipo de maltrato físico o psicológico. Y entre los 11 y 14 años se encuentra el periodo de mayor riesgo de aparición de acoso. Aunque este porcentaje puede llegar a disminuir progresivamente hasta Bachillerato con un 11% (Oñate y Piñuel, 2006).

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) (2004), debido a un informe que realizó el Ministerio de Salud de Costa Rica, se señaló que la violencia debe abordarse como un problema de salud pública, ya que provoca lesiones y muerte prematuras, además de que promueve el deterioro de las relaciones sociales en varias direcciones.

A nivel normativo

En España, no existe una ley que recoja de forma concreta e integral las diferentes formas de violencia que pueden ser ejercidas contra la infancia como puede ser el acoso escolar o el ciberacoso. Aunque algunos aspectos sí que se encuentran recogidos en varios documentos normativos:

  • La Constitución Española de 1978 recoge como valores esenciales: el derecho a la integridad física y moral (artículo 15), el derecho a la libertad y a la seguridad (artículo 17), el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen así como el secreto de las comunicaciones (artículo 18), el derecho a la tutela judicial efectiva (artículo 24) y el derecho a la educación (artículo 27). Y este último artículo señala que debe haber un pleno desarrollo de la personalidad en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos fundamentales.
  • Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor (1/1996 de 15 de enero): requiere la protección de los niños a los poderes público, así como la ayuda a los padres y tutores para ejercer sus funciones (artículo 12). Las personas que detecten una situación de riesgo o posible desamparo de un niño (como, por ejemplo, una situación de acoso), tienen la obligación de comunicarlo a las autoridades (artículo 13).
  • Si se atiende al ámbito educativo, nos encontramos con que la Ley Orgánica 2/2006, recoge lo importante que es la escuela para la prevención y lucha contra el acoso escolar. Además, en su artículo 1 señala lo siguiente: “la educación para la prevención de conflictos y la resolución pacífica de los mismos, así como para la no violencia en todos los ámbitos de la vida personal, profesional, familiar y social, y en especial en el acoso escolar”. También, entre sus fines (artículo 2) se encuentran:
  • El pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades afectivas de los alumnos.
  • La formación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales, en la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres y en la igualdad de trato y no discriminación de las personas con discapacidad.
  • Dentro de la LOE, destacar su artículo 91, que recoge las funciones de los docentes, entre ellas:
  1. d) “La orientación educativa, académica y profesional de los alumnos, en colaboración, en su caso con los servicios o departamentos especializados”.
  2. g) “La contribución a que las actividades del centro se desarrollen en un clima de respeto, tolerancia, participación y libertad para fomentar en los alumnos los valores de la ciudadanía democrática”.
  • Finalmente, el Real Decreto 275/2007, de 23 de febrero, creó el Observatorio Estatal de Convivencia Escolar, cuyo principal objetivo era promover las actuaciones que favorezcan la mejora de la convivencia y el clima escolar en los centros educativos.

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Cuándo adquiere importancia

Los comportamientos agresivos entre escolares es un hecho estudiado desde hace tiempo, pero hasta los años ochenta no se ha tenido en cuenta ni la atención ni la cobertura científica que se le requería (Cuadrado, Fernández y Ramos, 2010).

En el año 1982, la Comisión de Cultura y Educación del Consejo de Europa celebró la primera conferencia sobre la violencia escolar y sobre el trabajo de Walker (1989).

En 1997, tuvo lugar una Conferencia de Utrecht, con el título “Escuelas seguras”, en el que el Gobierno Holandés preside la Unión y se celebra la “Conferencia Europea de iniciativas para combatir el maltrato entre iguales en la escuela”, que fue realizada en 1998 en Londres y fue financiada por la Comisión Europea y el Departamento de Educación y Empleo de Gran Bretaña (Letamendía, 2002).

A partir de estos años, las instituciones Europeas no dejan de estimular la cooperación entre países para coordinar y hacer elaboraciones/trabajos conjuntos. (Ortega, 2002), existiendo tres grandes vías que se han interesado en la violencia escolar, las cuales han sido útiles a finales del siglo XX (principalmente los últimos diez años), y estos primeros años del siglo actual. Estas líneas son las siguientes:

  • La psicoeducativa: se centra en los procesos personales e intrapersonales tanto implícitos como explícitos de la agresividad, la victimización, en la conducta agresiva y violenta y en sus distintos matices.
  • La socio-pedagogía: se basa en la descripción los factores sociales relacionados a los fenómenos de la psicoeducativa. Y además señala cuáles son las condiciones de riesgo, como por ejemplo las características de los jóvenes, la pobreza, los fenómenos migratorios, etc.
  • La criminológica: se aproxima a un análisis descriptivo, por lo que comienza a interesarse por los centros educativos como factores etiológicos de la criminalidad juvenil.

Estas tres vías están de acuerdo con que el análisis del clima escolar se podría radicar un ámbito de trabajo interdisciplinar. El clima es un factor influyente en los comportamientos de todos los miembros de la comunidad educativa y se basa en la percepción colectiva sobre las relaciones interpersonales que se establecen en el centro escolar.

Además, si un existe un clima positivo de convivencia, mejoraría con efectividad las expectativas de los docentes, de la familia y de los alumnos hacia la capacidad del propio centro para gestionar correctamente su problema, favoreciendo enormemente una educación en valores. Este clima se alcanza cuando se consigue el respeto de los deberes y derechos de los alumnos desde la práctica de la responsabilidad y el control de trabajo y la aplicación de normas justas, claras y compartidas, las cuales deben ser elaboradas por cada centro educativo.

En España, la investigación sobre la violencia escolar ha estado principalmente unida a la vía psicoeducativa, centrada fundamentalmente en la violencia interpersonal entre escolares. (Blaya, Bebarbieux, Del Rey y Ortega, 2005).

Además, durante los últimos años, se han llevado a cabo estudios específicos sobre la comprensión del clima, pero no sobre el clima escolar. También, se han desarrollado otros estudios sobre la violencia escolar y la indisciplina, en los que no solo se tienen en cuenta el maltrato entre compañeros sino también todas las personas implicadas y que conviven en el centro educativo (García y Martínez, 2001).

En 2001 se realizó la Primera Conferencia Europea sobre Violencia Escolar en la Universidad de Londres, en la que principalmente se trató de la intimidación en el contexto escolar. Este interés académico vino propiciado de informes y estudios de los años setenta, los cuales comenzaron en los países escandinavos y posteriormente Inglaterra, Holanda, Japón o España. Estas investigaciones exponían que las conductas de violencia no son únicas del ámbito familiar, sino que también están presentes en otras instituciones sociales.

Primeras investigaciones

El fenómeno del acoso escolar o maltrato entre escolares comenzó a investigarse por la comunidad científica desde los años setenta, aunque en España las primeras investigaciones comenzaron a partir de los años noventa (Ortega, Del Rey y Mora-Merchán, 2000).

Estas investigaciones eran conocidas por los vocablos ingleses: “bullying” y “mobbing”. Surgieron en Noruega y Suecia y fueron desarrolladas por Olweus.

El primer estudio que se realizó fue en 1970, que hoy en día se sigue desarrollando, ya que es un trabajo longitudinal. Dan Olweus, como decimos, fue su autor (Olweus, 1973). Participaron 900 sujetos, realizándose otro estudio en  1999. Ambos estudios se realizaron en Noruega, Suecia y Estocolmo. Para ello se utilizó el “Cuestionario Abusón/Víctima” (Olweus 1986).

En las demás investigaciones, especialmente en las longitudinales, se han utilizado una amplia variedad de instrumentos para obtener más información sobre varios aspectos y características concretas tanto de los agresores como de las víctimas. Este “cuestionario abusión/víctima” ha sido traducido y estandarizado para que pueda ser utilizado por otros países, y ha servido como instrumento de medida para comparar la incidencia del maltrato entre iguales. Algunos de los países que lo usaron fueron Finlandia, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Australia y España.

A partir de los resultados obtenidos se diseña un modelo de intervención dirigido a cuatro aspectos: concienciación e implicación colectiva, medidas de atención dentro del centro educativo, medidas de aula y, por último, medidas individuales. Aunque hoy en día lo fundamental para la intervención está relacionada con el clima del centro (Letamendía, 2002).

Con respecto a España, en el año 2000 y después en el 2007, el Defensor del Pueblo y UNICEF realizaron estudios tanto del acoso escolar como del ciberacoso. En ellos señalaron la escasa diferencia en cuanto a la extensión del acoso en las distintas Comunidades Autónomas y en los diferentes tipos de centros educativos.

Cabe destacar, además, el Estudio Cisneros X “Violencia y Acoso Escolar” en 2006 (Piñuel y Oñate, 2007) y el Informe del Centro Reina Sofía “Violencia entre compañeros en la Escuela” (Serrano e Iborra, 2005). De estos estudios se puede señalar que el acoso sucede en todos los países que se ha estudiado y que provoca en las víctimas efectos negativos: estados de ansiedad, cuadros depresivos, baja autoestima…por lo que esto causa que su integración en el medio escolar sea más difícil y existan más probabilidades de que exista un desarrollo anormal en sus aprendizajes.

En España, las comunidades pioneras en realizar las investigaciones fueron Andalucía y Madrid (Ortega y Angulo, 1998). También, se han realizado otras investigaciones en el resto de las Comunidades Autónomas de España, como Aragón, Ceuta, Islas Baleares, Cataluña, Galicia, la Rioja y Valencia, entre otras.

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En las investigaciones del año 2000, básicamente se señaló que el acoso escolar se extiende por todos los centros educativos. Pero ya en los estudios del 2007, sí se introdujeron índices generales del ciberacoso. (Save the children, 2013). Ya que, en los últimos años, han ido apareciendo manifestaciones más concretas, denominadas cyberbulling (Smith, Mahdavi, Carvalho y Tippet, 2006; Ortega, Calmaestra y Mora-Merchan, 2008), en las que utilizan las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación para acosar con violencia y crueldad a la víctima.

Garaigordobil (2011) señala, tras revisar varias investigaciones españolas, que en España sufrimos ente el 3% y el 10% de victimización grave.

En las primeras investigaciones se destacaba que los implicados en la dinámica social del bullying se centraban únicamente en dos roles:  por un lado, los alumnos que padecían las intimidaciones o agresiones de sus compañeros (las víctimas) y por otro lado, los que realizaban los actos de intimidación o agresión (los agresores). (Ortega y Mora-Merchán, 2000).

Más adelante, se señaló que el rol de víctima no era homogéneo y que se podían distinguir mínimo dos tipos de víctimas: clásicas (sin previa provocación) y víctimas proactivas (que provocaban) (Pikas, 1989).

Posteriormente, se demostró que la mayoría de los alumnos están presentes cuando otro está siendo victimizado por el agresor o agresores y, aunque sea de forma pasiva, están formando parte de este fenómeno (Ortega y Mora-Merchán, 2000). En esta misma línea, Pepler y Craig (1995) indicaron que, en las situaciones de bullying, en un 85% de los casos había otros alumnos presentes, lo que llevó a Sutton y Smith (1999) a preguntarse si la presencia de estos alumnos tiene algún tipo de influencia en esa situación de acoso. Estos autores señalan que gran parte de los que están presenten muestran actitudes negativas o neutras ante el acoso. Por lo que es necesario e importante tener en cuenta el resto de los alumnos que no están directamente implicados para dirigir las intervenciones y prevenciones también hacia este colectivo.

La intencionalidad de los estudios

Las diferentes intervenciones y acciones de los distintos países han estado enfocadas a diversos ámbitos, pero la mayoría coinciden en dirigir sus estudios hacia el ámbito social, proponiéndose conseguir dos objetivos principalmente (León, Gómez, Castaño, López y García, 2011).:

  • Investigación epistemológica de la gravedad de este fenómeno en cada contexto cultural del país en cuestión a través de cuestionarios u otras herramientas para recabar información.
  • Propuesta de intervención dirigida a todas las personas implicadas: individuales (víctima y agresor), familiares, personal del centro educativo (organización y políticas educativas) y sociales (marco legal y políticas sociales).

También influyen las variables medidas en las investigaciones, las cuales se dirigen, mayormente, hacia el curso escolar, el género o el estatus de las personas implicadas en el conflicto (agresor, testigo y víctima), (García, 2015).

El tratamiento con este fenómeno ha cambiado notablemente en los últimos años, ya que al principio no se intervenía, sino solamente se estudiaba la situación, pero ahora las investigaciones se centran más en la realización de campañas de prevención en los centros educativos.

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Por otra parte, se ha demostrado que existen una serie de perfiles principales: agresores, víctimas, observadores o perfiles mixtos (agresores agredidos y víctimas agresoras); y otros perfiles secundarios: ayudantes del agresor, defensores de la víctima y adultos (Avilés, 2006). Sin embargo, también hay que señalar que no existen perfiles puros y que adoptan diversidad a partir de los individuos y las circunstancias. De ahí la importancia de valorar las diferencias entre perfiles y dentro de ellos. Y esto es aún más importante en las víctimas, debido a las consecuencias que le supone el acoso. Por supuesto, no hay un único tipo de víctima (pasiva, provocativa, agresiva, reactiva, etc.), ni permanecen siempre en esa situación (Avilés, 2006).

En relación con las intervenciones centras al alumnado predominan las propuestas entre iguales las cuales se organizan en dos grupos: las que se centran en el apoyo emocional y las que van dirigidas a la educación entre iguales, como por ejemplo el aprendizaje cooperativo. Según León, Gozalo y Polo (2011) es una metodología muy útil para disminuir las conductas de acoso en el aula.

Convivencia Escolar

Hasta esta última década no se había considerado importante y necesario que los docentes tomaran como tarea educativa la educación de la convivencia, o incluso la construcción de ésta. De todos los problemas que existen en un centro educativo, el maltrato o acoso ha sido el que más ha influenciado en el desarrollo de estos programas de educación para la convivencia escolar.

Pero esta importancia de la convivencia viene ya señalada en el Informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI dirigida a la UNESCO. El cual, fue titulado “La educación encierra un tesoro” (1996) y fue presidida por Jacques Delors. Además, la convivencia aparece como uno de los cuatro pilares que fundamenta la Educación: haciendo referencia a la necesidad de “aprender a conocer”, “aprender a vivir juntos”, “aprender a hacer” y “a aprender a ser”.

Con respecto a España, la LOE ya incluyó este objetivo, ya que entre sus fines recoge que “la educación en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia, así como la prevención de conflictos y la resolución pacífica de los mismos” (LOE, 2006, artículo 2c). Además, también incluye de forma obligatoria el Plan de Convivencia dentro de los proyectos educativos de los centros (LOE, 2006, artículo 121.2).

Por otro lado, pero en relación a lo abordado, es esencial que la educación de la convivencia debe fundamentarse en la construcción de la convivencia en la escuela. Los alumnos deben aprender a convivir de forma positiva y debe participar para que se creen y establezcan relaciones con las personas. Por lo que los alumnos no deben ser considerados pasivos antes esta convivencia, sino todo lo contrario, tienen que ser sujetos que participen en ella.

A través de la experiencia que se tiene con las demás personas, se aprende a ser tolerante, comprensivo, solitario, irrespetuoso, dominante o violento, ya que esto no se aprende en abstracto (Ortega y Mora-Merchán, 2000).

Y es aquí, en la escuela, donde se les brinda la oportunidad a los alumnos para poner en práctica sus habilidades sociales a través de las experiencias que tengan tanto con sus compañeros como con los adultos. Por lo que los procesos afectivos y emocionales se van estructurando con los hábitos, conductas, valores y actitudes que forman la personalidad. Y cuyo desarrollo adecuado, facilita la construcción de personalidades sanas, críticas y equilibradas moralmente.

Por ello, es esencial que se pueda reflexionar, dialogar y seleccionar aquellas actitudes o hábitos que se necesitan desarrollar y mantener y, a su vez, desechar las conductas que no valgan tenerlas retenidas.

Para que un buen modelo educativo incite e invite a convivir requiere dos aspectos, principalmente:

  • El primer aspecto es el diseño de actividades concretas para que los alumnos puedan tomar consciencia de sí mismos, tanto de sus defectos como de sus virtudes. Y por supuesto, aprendan a quererse como son, aprendan a empatizar, a escuchar, respetar, confiar, que sean consciente de que sus comportamientos y acciones despiertan sentimientos y emociones al resto de personas que se encuentran a su alrededor, etc. Es decir, que se lleven bien con sus compañeros. Cualquier momento y espacio es idóneo para trabajar estas iniciativas.
  • El segundo aspecto está más centrado en las actividades ordinarias que se realizan en las aulas. Éstas deben ofrecer la oportunidad de que las estrategias y habilidades sociales las puedan poner en práctica a través de las estructuras sociales de comunicación y participación.

Es imprescindible para mejorar la convivencia y prevenir la violencia escolar incorporar en los centros innovaciones educativas. Para ello, nos detentamos por metodologías con un enfoque socio-afectivo y con un estilo cooperativo.

violencia en el ámbito educativo

Según Garaigordobil (2011), la interacción entre iguales y una dinámica socio-afectivo en las clases puede desarrollar un papel importante afectando no solo a los procesos de socialización, sino al desarrollo afectivo, cognitivo y emocional. Además, el enfoque socio-afectivo colabora a la adquisición de competencias sociales, ya que las interacciones entre iguales, incrementa y facilita las habilidades sociales de éstos.

Con respecto al estilo cooperativo, según Díaz-Aguado (2006), las últimas investigaciones realizadas señalan que el aprendizaje cooperativo en los equipos heterogéneos, posee un papel esencial para adaptar la educación a los cambios sociales actuales, mejorando así tanto la prevención de la violencia como la convivencia escolar.

El aprendizaje cooperativo es una metodología innovadora que puede ayudar a resolver el problema del acoso entre escolares por abuso de poder en los centros educativos. Es una herramienta adecuada y eficaz para promover actitudes positivas ante las relaciones intergrupales (León, Felipe, Castaño, López y García, 2011).

Finalmente, señalar que la familia ocupa un papel esencial para prevenir el acoso escolar. Al igual que los centros educativos son un pilar fundamental en cuanto la protección de cualquier tipo de violencia. Las personas implicadas tienen que estar formadas y coordinadas para prevenir y tratar una situación de acoso escolar. Si se trabaja de forma aislada no es eficaz.

También, destacar que la convivencia no solo se encuentra en las aulas, sino que está fuera de ellas: en todos los espacios y rincones del centro educativo se debe construir una convivencia positiva. Y por supuesto, todos ellos son espacios educativos, por lo que la organización de roles y la generalidad de la acción educativa, continúan influyendo en la vida de los alumnos (Ortega, Romera y Del Rey, 2009).

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Inmaculada García Rosales
Graduada en Educación Infantil, con Mención en Inglés, Inmaculada es Máster Universitario en Orientación e Intervención Psicopedagógica y posee el Grado profesional de piano (Fuente de Cantos, Badajoz).