Las Ciencias Sociales y el Cine

Cómo educar emociones

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las ciencias sociales y el cine

Resumen: El cine es un recurso muy valioso para las Ciencias Sociales. Construye un imaginario de la realidad representada que puede referirse tanto al pasado y al presente como, incluso, al futuro y a cómo serán nuestras sociedades. Sin embargo, el uso adecuado en las aulas de este medio, cuya presencia es cada vez más importante, ha de ser repensado constantemente, no sólo se trata de entretener sino de educar para que nuestro alumnado vea, sienta y perciba el medio cinematográfico desde una dimensión humanista y didáctica, que le ayude a comprender mejor el mundo a modo de ventana abierta que le invite a indagar, explorar y recrear dicha realidad. Trasmite no sólo escenas sino experiencias vivas y necesarias sumamente enriquecedoras, que hay que trabajar en el aula.

Palabras clave: Cine; Ciencias Sociales; Conocimiento histórico; Educación emocional.

Abstract: Cinema is a valuable resource for Social Science. It builds an imaginary world of represented reality which can refer as much to the past as to the present or, even, the future, to show our present societies could be like. However, the adequate use in the classrooms of this media, whose presence is more and more important, must be continuously reconsidered; it is not only a matter of entertaining but also of education so that our student body sees, feels and senses the cinema world from a humanistic and educational dimension which would help to better understand the world as an open window, inviting to look into, explore and recreate said reality. It transmits not only scenes but live and necessary experiences extremely enriching which must be worked in the classroom.

Keywords. Cinema; Social Science; Historical knowledge; Emotional education.

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LAS CIENCIAS SOCIALES Y EL CINE

El conocimiento histórico y los sentimientos

La experiencia social se fundamenta no solo en las propias vivencias personales, sino también en aquellos elementos que configuran nuestro imaginario, y viceversa. En un contexto en donde la tecnología, los medios de comunicación y, por supuesto, la televisión, se hallan tan presentes (y resultan tan influyentes), los libros de texto parecen haber pasado de moda. Cada vez las nuevas metodologías educativas (como el trabajo cooperativo, el basado en proyectos, etc.) se incorporan a las distintas disciplinas, incluidas las Ciencias Sociales (Díaz-Aguado, 2003; Guilarte, 2008 y Della y Keating, 2013). Al mismo tiempo, contamos con nuevos recursos e instrumentos en el aula, gracias a que se disponen de más medios tecnológicos, ya sean ordenadores o pantallas digitales (y acceso a Internet), que nos permiten enfoques o tratamientos diferentes del conocimiento, utilizando para ello el lenguaje visual actual (Marín, 2001 y Barrenetxea, 2014).

Si tuviésemos que preguntarnos sobre qué tipo de relatos pueblan y amueblan la mente de nuestros jóvenes, la respuesta sería palmaria: los relatos audiovisuales (Marzábel y Arocena, 2016)

El cine, como parte de este nuevo lenguaje, es un instrumento tremendamente valioso para las Ciencias Sociales. En este artículo trataremos sobre sus aportaciones histórico-emocionales pues, a pesar de la reticencia de algunos especialistas, el cine es, en primer lugar, una fuente de la Historia (Ferro, 1995; Burke, 2001; Hughes-Warrington, 2009; Rosenstone, 2014 y Hueso y Camarero, 2014) y como tal debemos proceder a valorarlo.

Pero también es un elemento didáctico que comporta una enorme influencia en nuestro alumnado. Somos una sociedad de imágenes, las consumimos y no siempre apreciamos sus efectos, los prejuicios que crean, las identidades que refuerzan o rechazan, los aspectos inclusivos o excluyentes que acaba por forjar en las representaciones que llevan a cabo… Las películas son conocimiento en bruto, no lo olvidemos. Nos permiten acceder a realidades cercanas o muy diferentes a las nuestras, ya sea como documentales o como ficciones. Y nos conduce, incluso, a ahondar en aspectos emocionales que son tan importantes para la construcción histórica del propio sujeto (Reddy, 2001).

El tratamiento del cine en esta doble vertiente histórico-emocional nos ofrece un sinfín de posibilidades educativas (Ambrós y Breu, 2007; Gispert, 2008 y Vaccaro y Valero, 2011):

  • Nos permite trabajar la importancia de los derechos humanos, las libertades y comprender los conceptos negativos de tiranía, injusticia y violencia de una manera más coloquial y fácil que si la explicamos teóricamente en relación a regímenes totalitarios u opresivos.
  • El aspecto emocional cobra una importancia central en las producciones cinematográficas, lo cual lleva a comprender aspectos de la asertividad, la empatía y la alteridad, en relación con la historia que se nos presenta en cada filme.
  • Explora otras realidades pasadas que le hace al alumnado revivirlas en persona y nos lleva a valorar otras en las que ni tan siquiera hemos pensado (alejándonos, por ejemplo, de una visión eurocentrista del pasado).
  • Nos invita a comprender, conocer e, incluso, debatir sobre las distintas percepciones que hemos tenido de los hechos y personajes representados.
  • Las historias que se nos revelan pueden parecernos reales y, por lo tanto, identificarnos con ellas de una manera empática, sugerente y cercana (por muy ficción que sea) y que puede determinar la construcción emocional-intelectual que forjamos en nosotros.
  • El cine se presenta como una experiencia vital y social que bien planteada se convierte en un instrumento educativo y emocional de primera magnitud.
  • El pasado se hace presente en las imágenes y, por lo tanto, nos permite dar ese salto mental a la hora de acercarles capítulos históricos que, de otro modo, son difíciles de imaginar. Y, por supuesto, facilita la tarea a los docentes de construir relatos emocionales claros.

Posibilidades temáticas

El cine nos relata historias de vida, no se queda solo en la epidermis de un acercamiento más o menos entretenido al pasado (o a otro tiempo), como hemos señalado, sino que su amplitud, variedad y posibilidades temáticas son infinitas. No solo se tratan temas históricos clásicos que pueden ir desde la Prehistoria hasta la actualidad, y que resultan atractivos y sugerentes, frente al material escrito, sino que describen aspectos de la sociedad y las personas mucho más complejos, no por ello secundarios, que van desde las relaciones del ser humano con el medio natural y los animales (pudiendo tratarse aspecto de sensibilización con el entorno), de la violencia, la guerra y la paz, de cómo surgen los odios, qué implican las ideologías, qué trajeron consigo los totalitarismos, qué sabemos de las religiones, qué relevancia tuvo y tiene la educación en las sociedades (desde la lucha contra el analfabetismo a la nueva era digital con sus nuevos lenguajes), nos tiende un puente sobre las relaciones intergeneracionales, implica revelar qué significados trae consigo la memoria, el olvido, etc. También nos acerca a problemáticas más cercanas como el acoso escolar, las agresiones o la violencia de género, el aborto, el suicidio, la soledad, la incomunicación, el amor, el sexo, la felicidad, la identidad, la seguridad, el deber, los valores humanos, la libertad o la opresión, la posverdad… características de una sociedad que los estudiantes deben comprender.

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La capacidad que tiene el cine de trasmitirnos ciertas situaciones y sentimientos, de historias que podemos entender y que nos resultan reales y cercanas, no es igual que la de los libros de textos o las valoraciones y explicaciones de un docente. Por lo que las imágenes se convierten en un instrumento muy útil y perfectamente acomodable a las aulas (pero también necesario) por llamar enseguida la atención del alumnado. Eso no evita que tengamos que elegir bien qué proyectarles (no todas las películas implican lo mismo ni son adecuadas), preparar la materia, invitarles a que desvelen las claves y la importancia de lo que allí puedan ver, interpretar y percibir, incluso, cuando no les suscita ninguna reacción.

También ahí podemos encontrarnos con situaciones que nos permiten saber cuáles son las flaquezas o desconocimientos del mismo grupo. Pues es una senda de ida y vuelta, totalmente dinámica y activa si lo proponemos así, en la que visualizar un filme sea todo menos pasivo, todo menos consumir imágenes.

El hecho de que el cine no pueda contar verdades no es óbice para que no sirva como una fuente útil para entender nuestro mundo, tanto como una posibilidad de hacerlos regresar (ficticiamente) al pasado, como de proyectarles hacia el futuro. Incluso, nos reporta entender sus inquietudes y comprender las sensibilidades de las nuevas generaciones.

Ejemplos prácticos del tratamiento del cine de ficción y documental

Mayormente, la teoría es una cosa y la traslación al aula de sus fundamentos es otra bien distinta. Hemos de pensar, como ocurre con el conocimiento, que las películas deben ser seleccionadas para los distintos niveles a los que podrían estar destinadas. La selección de filmes es, por ello, una pieza clave para proceder a trabajar en el aula. Y, a veces, no siempre se toma en cuenta y es cierto que adquiere un carácter subjetivo, pero no por eso debe evitarse sostener un cierto criterio. También, es verdad que los alumnos están acostumbrados a ver, sin muchos filtros, un exceso de imágenes tanto en el cine, la televisión como en toda clase de formatos digitales (Internet, videojuegos, etc.) de los que no tenemos demasiado control. Por eso, nos toca ser hábiles, dirigir y encauzar, después de todo, esa avalancha hacia la crítica y a su adecuada valoración. En otras palabras, colocar una serie de elementos que les invite a ser conscientes del significado de lo que están viendo y los modelos y actitudes que están percibiendo.

El análisis fílmico es una práctica que dirige sus esfuerzos a esclarecer tanto lo que manifiesta o significa, lo que dice, una película como la manera en que dice lo que dice. Y ello mediante el atento escrutinio de la forma en la que lo expresa” (Marzábel y Arocena, 2016).

Un ejemplo destacable, sin ir más lejos, para 1º o 2º de ESO respecto al cine documental sería Camino a la escuela (2015), de Pascal Plisson.

En este caso, es el acercamiento a través de pequeñas historias de las vicisitudes de diferentes niños de países o territorios agrestes, que tienen unas dificultades muy grandes a la hora de asistir a la escuela. Son experiencias vitales que exploran la capacidad de empatía, asertividad y comprensión de la vida en otros lugares tan diferentes a los nuestros en donde las escuelas están, mayormente, cerca de casa, en barrios donde vivimos (lo más peligroso es cruzar la calle), y donde cuentan con los medios de transporte adecuados para ir a los centros educativos. En el documental se encuentran con situaciones casi increíbles, de niños y niñas que han de atravesar la sabana con el riesgo de que les mate un elefante, sortear barrancos, ríos o acercarse a caballo, porque no tienen otro medio para ir a la escuela. Es una realidad construida para que sea entendida, reconocida y asumida por el espectador. Y, por lo tanto, no es una realidad pura.

El montaje, la música o la elección de los planos no son inocentes, tienen una intención y es ilustrar y hacer visibles otros marcos sociales donde los niños vean la escuela no como un centro de reclusión, sino de oportunidades. Todos tenemos una historia que contar, personal, diferente y, a veces, alejada del modelo ideal mostrado.

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Otro documental, que completaría al anterior, muy digno de interés sería Fuego en el mar (2016), de Gianfranco Rossi, que se ocupa de mostrarnos la cruda realidad de los inmigrantes que pretenden cruzar el Mediterráneo con sus endebles embarcaciones.

Un hecho que lo tenemos muy presente en los telediarios, ante nosotros, que genera recelo, prejuicios o que no percibimos como propio, valorando a los que sufren estas situaciones de indefensión como extraños, aunque son seres humanos. En este caso, nos sitúa en la isla de Lampedusa y nos desvela el punto de vista de un niño de 12 años, Samuel, que vive la llegada de miles de personas.

Trabajar los valores de solidaridad, compromiso, comprensión, dolor, horror, sufrimiento (analizando los momentos más emblemáticos del documental, por ejemplo), puede conducir a nuestros alumnos y alumnas a entender mejor el drama inmigratorio y a fomentar la necesidad de impulsar la integración, la interculturalidad y el acercamiento al otro.

Adentrándonos en el cine de ficción y otras problemáticas actuales, otra buena recomendación sería visionar Una botella en el mar de Gaza (2011), de Thierry Binisti, un digno ejemplo de alteridad (Barrenetxea, 2016). Se trata de una película que nos acerca al conflicto israelí-palestino, y nos ofrece el punto de vista de ambos, a través de una joven israelí, Tal, y un palestino, Naïm. Nos desvela como a pesar de la cercanía de los lugares en los que viven, Gaza y Jerusalén, hay un mundo físico (los muros y los controles de seguridad existentes que dividen ambas poblaciones) y mental (la visión que tienen del otro) que les separa. Tal no llega a entender por qué los palestinos se inmolan y actúan de forma tan brutal, y el palestino le reprocha a ella que tengan tan estrecha y rígidamente sometido a su pueblo. Pero tras este contexto tan singular hay una historia emocional que es lo que más efecto produce en el espectador. Porque nos ayuda a sentir de primera mano la violencia, el horror, los prejuicios, y analizarlos, comprenderlos o valorarlos de una forma cercana y didáctica, mucho más que si se estudiase el origen y situación de lo que allí ocurre. La sensibilidad-identificación con los protagonistas es muy notoria, dirigida, esta vez, a jóvenes de 3º o 4º de la ESO. Nos lanza un mensaje claro de conciliación y acercamiento que desnuda las esencias de esa cruda realidad y nos muestra que no solo hay esperanza, sino que hay diversas visiones de unas mismas personas que sufren y que aspiran a ser felices o a la plenitud de sus vidas, sin miedo. Una lástima que ese mismo mensaje no alcance las instancias políticas.

Mientras el filme anterior es una pura ficción, La profesora de historia (2014), de Marie-Castille Mention-Schaar, se inspira en una experiencia educativa real, acaecida en un Liceo francés. Nos retrata la situación de una clase de estudiantes con escasas aspiraciones educativas y sus distintos conflictos internos, relajada disciplina, tensiones entre ellos y, de fondo, la cuestión del laicismo en las aulas francesas. Sin embargo, la confianza de Anne, su tutora y profesora, les invita a participar en un concurso sobre la suerte de los niños en el Holocausto. Para el grupo se va a tratar de una experiencia vital tremendamente enriquecedora porque van a hacer suya la tragedia del pueblo judío, lo que les ayuda a gestionar mejor sus emociones, a trabajar como grupo canalizado todo a través de un proyecto que les induce a creer en ellos mismos, a aportar lo que cada uno puede y a aprender a ver la Historia como una realidad emocional compartida de la que extraer valiosos sentimientos. Después de todo, la Historia no solo sirve para eso, para aprender y para conocer el pasado, sino para hacerlo nuestro en presente.

A modo de conclusión

En suma, al intentar comprender el ayer, caemos en la tentación, en las Ciencias Sociales de la ESO, de querer explicar todo lo que ha sucedido, y eso no es posible. La Historia, en general, es un inmenso bosque de experiencias humanas que, unas veces, plantamos ante nuestros alumnos sin ser conscientes de que no lo pueden abarcar por completo y, otras, les disuadimos a la hora de hacerlo.

Creemos que con un resumen y una buena síntesis solucionamos el problema. Pero no es una cuestión de densidad de saberes sino de sensibilidades, comprensión e identificación emocional. Porque no siempre somos capaces de construir un discurso que garantice el entendimiento o suscite el interés y, sobre todo, su acercamiento a la hora de hacerles ver que los hechos no tienen sentido sin las personas que los protagonizaron… y que hay tanto historias sencillas como emblemáticas, y que todas ellas son tremendamente humanas.

El cine, después de todo, aún con sus errores y sus limitaciones, personaliza los hechos y los integra en la realidad presente. Hace posible que sus ficciones se vean como realidades e, incluso, caso del documental, nos permita encontrar realidades que nos faciliten el acercamiento a otros escenarios no tan lejanos (emocionalmente) como creemos. Y el que nuestros alumnos lo sientan y perciban es más importante que los datos que puedan memorizar.

La emoción configura la Historia, sus identidades, sus actitudes y comportamientos, antes y ahora, y creo que es relevante trabajarla de una forma más clara e incisiva en el aula, como ya se está haciendo, pero explorando nuevas vertientes, corriendo más riesgos y, sobre todo, permitiendo que nuestro alumnado sea más competente a la hora de comprender, apreciar y discriminar aquellas imágenes (y no son pocas) que nos aportan mucho como personas, de aquellas que no lo hacen, y que nos convierten en ciudadanos conscientes.

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Artículo completo

El artículo Las Ciencias Sociales y el Cine. Cómo educar emociones forma parte del número 12 de Campus Educación Revista Digital Docente un proyecto destinado a la divulgación de publicaciones de carácter educativo que permite la difusión del conocimiento y pretende el enriquecimiento de toda la comunidad educativa.

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Igor Barrentxea Marañón
Licenciado y Doctor en Historia, Igor es también Diplomado en Educación Primaria y Profesor en la Universidad de La Rioja (UNIR).