Resumen: Este artículo pretende analizar las implicaciones de la neuroeducación y sus beneficios reales en la práctica del aula. Para conocer la forma en que los alumnos aprenden es necesario acercarnos a los modos que tienen de organizar la información y los sentimientos y emociones que ésta les suscita. Se trata, por tanto, de profundizar en cómo los estudiantes gestionan el conocimiento, qué procesos están involucrados en ello y qué papel desempeñan las emociones para que los docentes sepan aprovechar cada situación al máximo.

 

Palabras clave: Neuroeducación; Emociones; Pedagogía; Psicología de la educación; Educación emocional.

 

Abstract: The implications of neuroeducation and its real benefits in classroom practice are analysed in this article. In order to understand how students learn, it is necessary to get closer to the way they organise information and the feelings and emotions it arouses in them. It is, therefore, a matter of looking at how students manage knowledge, what processes are involved and what role emotions play, so that teachers can make the best use of each situation.

 

Keywords: Neuroeducation; Emotions; Pedagogy; Educational psychology; Emotional education.

POSIBILIDADES DE LA NEUROEDUCACIÓN

Se habla mucho de neurociencia y neuroeducación, pero, como docentes nos podemos plantear la siguiente cuestión: ¿qué nos aporta dicha disciplina en nuestra clase? Los principales aportes de la neuroeducación en el mundo educativo se dirigen al conocimiento del cómo asimilamos aptitudes y cómo funciona el cerebro durante este proceso para poderlo aplicar en el aprendizaje del alumno. Por lo tanto, es un método que trata de sumar y contribuir a nuestro quehacer pedagógico a lo largo de la práctica docente y consigue indicarnos cómo aprende un niño, qué hay detrás de ese proceso de provecho y por qué hay factores y aspectos que funcionan en algunos escolares y en otros no. Todo este conocimiento es muy aplicable al aula y a su vez muy incipiente, pero facilita al maestro justificar decisiones y actuaciones que lleva a cabo en el aula como una herramienta de comprensión cerebral en el campo de la enseñanza.

Posibilidades de la Neuroeducación #CedRevistaDigitalDocente Clic para tuitear

Si un estudiante sabe cómo trabaja su cerebro (metacognición), cómo aprende y lo que ha hecho para lograrlo, sus hallazgos repercutirán directamente en su aprendizaje porque la neuroeducación nos ayuda a comprender el cerebro tanto del docente como del alumno, haciéndonos conscientes de las problemáticas más demandadas en el proceso de aprendizaje (Caballero, 2021). Por ello, si desde el aula se enseña al alumnado a comprender el funcionamiento cerebral, ellos van a emplear ese juicio para formarse mejor y sacar mayor partido y rendimiento a sus posibilidades, así como al entrenamiento del mismo. Cuando en el proceso de enseñanza llevamos los conceptos a la práctica y contexto cotidiano del escolar, el aprendizaje se vuelve significativo y el alumno se compromete.

El neuromito es aquella creencia que tenemos que, tras una evidencia científica, se desmonta (Guillén, 2017). La ciencia va avanzando y podríamos pensar hace una década con los estudios del momento y la tecnología que entonces se empleaba, que el cerebro usaba un pequeño porcentaje de todo su potencial. Hoy en día gracias al acercamiento de ciencia, pedagogía y la organización cerebral sabemos que, si por ejemplo nuestros escolares leen cuentos, historias o fábulas, están poniendo en marcha fantasía, imaginación y creatividad, desarrollando e interconectando distintas áreas del cerebro que no solamente tienen que ver con la lectoescritura, encontrándose al máximo rendimiento. Antes se ponía mucho énfasis en que cada área cerebral según ubicación y hemisferio tenía unas determinadas funciones y no salía de ellas, hasta que se empieza a demostrar gracias a la neuroeducación que el encéfalo se forma por muchos cables multiconectados, redes neuronales que hacen de esta estructura un acto complejo.

Para que esta ciencia nos acompañe de forma positiva en nuestra labor docente debemos ir introduciendo cada aprendizaje en su momento correspondiente. Quemar etapas o encajar conocimientos antes de que el alumno esté preparado nos condiciona a una sobreestimulación a nivel emocional, cerebral y de desarrollo, siendo contraproducente y derivando en un aprendizaje forzado y perjudicial para su crecimiento personal.

¿Emociones aprendidas o innatas?

Dentro del constructo que conocemos como inteligencia emocional nos podemos encontrar aspectos que son asimilados y otros innatos, pero, la base esencial de la educación en emociones y sentimientos es que los agentes sociales del alumno, como familiares y maestros, deben facilitarles la guía, pautas y orientaciones necesarias a que aprendan a gestionarse adecuadamente.

Los factores innatos, los aspectos que encontramos en nosotros intrínsecos antes de nacer y no hace falta aprender, son los vinculados a la expresión de la emoción mediante la cara, los gestos o la conducta. Un maestro no tiene que enseñar a un escolar a llorar cuando se siente dolido o a poner una cara de miedo cuando se asusta, lo que sí que se aprende es la gestión y autorregulación de las emociones.

Goleman (1996) presenta una noción muy interesante que es la alfabetización emocional: en el momento del nacimiento de las pocas cosas en relación a la gestión de sentimientos que pueden hacer nuestros alumnos es la expresión innata de la emoción, pero, el resto de habilidades emocionales tienen que ser aprendidas y solamente pueden ser interiorizadas si los adultos de referencia son capaces de mostrárselas. Es relevante plantear desde esta idea que los docentes son esos mediadores, junto a las familias, para lograr la alfabetización emocional que implica aspectos fundamentales como enseñar a identificar sentimientos, a ser conscientes de en qué momento vital se encuentran y definir esa emoción de entre el resto, y por supuesto poner en marcha la adquisición de habilidades de gestión emocional.

Venimos a este mundo con un gran analfabetismo emocional y lo que la inteligencia y educación en emociones a partir del acompañamiento de toda la comunidad escolar va a conseguir es que nuestros alumnos sean personas alfabetizadas en este campo, desde algo tan básico como ponerles nombre a las emociones experimentadas. Tanto maestros como familiares debemos comprometernos en conocer y formarnos sobre el sistema nervioso central y el funcionamiento cerebral para alcanzar los planteamientos básicos para comprender cómo actúa el encéfalo en la inteligencia emocional como indica Guerrero (2021).

Desde luego, las emociones activan el encéfalo al completo, pero, hay una parte concreta que activa principalmente el proceso emocional y es el sistema límbico ubicándose en el centro del cerebro, encontrando una activación cada vez que nuestro alumnado experimenta cualquier emoción ya sea placentera o desagradable. Así pues, en el centro anatómico del encéfalo hallamos el foco del procesamiento emocional. Las amígdalas que se encuentran en esta área determinan las emociones de defensa como son el miedo, la rabia, la tristeza, los celos o la envidia. Pero la gestión de las emociones, el poder definirlas y etiquetarlas son habilidades que se van a desarrollar en la corteza prefrontal, consiguiendo su base en la etapa de educación primaria, adquiriendo capacidades fuertemente relevantes.

Legitimar la emoción y justificar la conducta

Hablando de la educación emocional y basándonos en la neuroeducación, pueden surgir dos posturas muy diferenciadas: por un lado, la aceptación y elección por parte del docente de una emoción que experimenta el menor y, por otro lado, la conducta consecuente a un sentimiento. Las emociones que ocurren en el sistema límbico tienen que ser legitimadas siempre, cualquier emoción y en cualquier intensidad, sea calma, euforia o asco. Ahora, los adultos significativos del alumno, deben valorar la conducta consecuente a dicha emoción y clasificarla en adecuada o no adecuada.

 

Emoción del alumno ¿Debe ser legitimada? Conducta consecuente Valoración del docente
 

Rabia

Siempre permitida y validada en todos los casos Tira su estuche contra el suelo Conducta señalada y trabajada desde el aula mediante mindfulness
 

Culpa

 

Siempre permitida y validada en todos los casos  Llora por creer que su equipo ha perdido por su culpa Reconducción a dinámicas de cohesión grupal y mejora de la autoestima

 

Nos encontramos con determinados alumnos en nuestras aulas que pueden pasar buena parte de la jornada lectiva con emociones muy definidas y duraderas en el tiempo que no siempre traen consigo estabilidad y dinamismo. La mejor estrategia para afrontar estas situaciones dentro del aula es mantener una buena actitud y predisposición del docente mediante la legitimación de la emoción porque, al final, los seres humanos queremos ser aceptados, validados y sentirnos parte del grupo, pero a veces se dan una serie de acontecimientos que nos limitan indagar sobre en el motivo puntual de un enfado, una desilusión o un momento de ira de alguno de nuestros escolares.

Debemos intervenir sobre las emociones, incluso aquellas que desconocemos su motivo a priori, permitiendo y normalizando esa emoción. El menor necesita una mirada incondicional, de aceptación y sin juzgarle como persona por experimentar una vivencia y el docente paulatinamente puede ir tomando las medidas y herramientas oportunas para obtener información y poder valorar la conducta consecuente según su tipología y cubrir las necesidades que el alumno presenta.

Para que los efectos conductuales de las emociones experimentadas cada vez sean más controladas y positivas, alcanzando la madurez adecuada a la edad del alumno, las emociones deben ser reconocidas por ellos mismos mediante la educación y mentalización, poder llevar a cabo juegos y dinámicas de interpretación gestual en la comunicación no verbal de las emociones, para poder ir decodificando las respuestas emocionales. Al ser expresiones generalmente universales, lo aprendido en el aula se extrapola al resto de contextos vitales de los estudiantes. En este proceso de identificación necesitamos explicitar y otorgar recursos para dicha finalidad. Incluso los niños pueden presentar emociones contrapuestas y generarles cierta confusión, pero esto es natural en todo ser vivo: tenemos un cerebro emocional que constantemente expresa sensaciones muy diversas y variadas, debemos registrarlas en uno mismo y en los demás.

La comunicación y regulación de las emociones en el aula

Para una mayor adaptación, el ser humano aprende de su estado anímico y crece mediante el desarrollo de la inteligencia social y emocional. Los docentes tenemos un papel esencial en la gestión y control de emociones e impulsos de los niños porque les aportamos estrategias de comunicación verbal y no verbal, ayudando a potenciar estas destrezas de manera efectiva. En ocasiones aparece contradicción en lo que se expresa oralmente y se muestra en los gestos y expresiones faciales, pero el ser humano tiende a prestar mayor atención a la práctica y al modelo de referencia.

Las emociones tienen que ver con otros muchos procesos psicológicos como con la percepción, con el aprendizaje y por supuesto con la memoria. Se ha experimentado que cuando vivimos una emoción en su estado puro como por ejemplo la alegría, tendemos a recordar acontecimientos asimilados en la memoria a largo plazo que van en congruencia con ese estado emocional. Cuando estamos contentos, optimistas e ilusionados tendemos a recoger de la memoria aspectos que tienen coherencia y conexión con esa emoción, conducta reflejada en el niño que traerá consecuencias si no se gestiona el afecto de una manera adecuada.

Una cuestión muy recurrente en los tiempos que corren es cómo ha podido afectar el uso de la mascarilla en tiempos de coronavirus dentro del aula y los espacios de aprendizaje y ocio infantil a nuestros alumnos en su comunicación y regulación de sus emociones. Tenemos muchas dudas de qué consecuencias futuras tendremos en cuanto a la interpretación, decodificación y la gestión de las emociones principalmente en la etapa de la infancia y niñez.

De una manera innata el ser humano tiende a captar la atención principalmente de la cara mediante la percepción visual, por ello los niños pueden saber qué esperar de su interacción entre un igual o con un adulto en función del rostro de esas personas o el estado anímico que presenten. En la situación de pandemia sociosanitaria, los escolares no han podido descifrar el gesto de la boca de las personas, pero el desarrollo cerebral tiene una gran capacidad de adaptación y plasticidad que les ha permitido adaptarse a ese nuevo escenario y los niños como principales reclamadores de esa información, han ido focalizando su atención en la mirada, el contacto visual y la expresión que aporta las cejas, compensando esas dificultades.

La gestión emocional del miedo, la rabia y la tristeza

Las emociones se pueden dividir en dos tipos:

  • Básicas, innatas o primarias: Son aquellas que se encuentran intrínsecas en nosotros mismos desde el momento que nacemos, se inician con rapidez y duran unos segundos. Se encuentran en todas las personas, independientemente de la cultura.
  • Sociales, aprendidas o secundarias: Son una consecuencia de la socialización y del desarrollo de las capacidades cognitivas. Se manifiestan a partir de los 2-3 años de edad y son posteriores a las primarias.

Independientemente de su clasificación, todas estas emociones comparten un mismo lenguaje puesto que no deben ser entendidas desde el raciocinio, sino desde la expresión emocional. Como señala Perpiñán (2013), también parten de la influencia que tienen los adultos cercanos al niño, como reflejo de una forma de vida emocionalmente saludable.

La visión de los docentes ante las necesidades emocionales del alumnado es clave para poder contextualizar la situación y poder aportar las respuestas, estrategias y herramientas necesarias a cada uno para que finalmente pueda gestionar por él mismo sus sentimientos, emociones y conductas derivadas.

De esta manera el escolar crecerá en las destrezas y habilidades sociocomunicativas una vez que desarrolle adecuadamente sus capacidades afectivas tanto en el espacio académico, en su tiempo de ocio como junto a su familia. Es necesario que como docentes nos formemos y sepamos qué sucede a nivel cerebral en la comunicación y regulación de las emociones de nuestros escolares para entenderles mejor, sin olvidar que no debemos partir del razonamiento y justificación de una emoción o sensación puesto que es una inteligencia que requiere de un lenguaje más especial.

Desde la neuroeducación, el profesor puede convertirse simbólicamente en la corteza frontal externa del alumno siendo esa figura que protege y enseña, pero a su vez aporta calma, serenidad y vuelta a la normalidad que en estados de alerta tanto necesitan. Las emociones tienen total conexión con las funciones ejecutivas porque gracias a la regulación emocional se produce una vía de comunicación con el sistema límbico y la parte más diligente del cerebro para identificar la emoción y poner en marcha recursos y estrategias para controlar su misma gestión.

 

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Marina Jorge Requejo
Marina es graduada en Educación Primaria con las menciones en Pedagogía Terapéutica y Audición y Lenguaje. También es Máster en Psicopedagogía, y trabaja como maestra de Pedagogía Terapéutica en Valladolid.